El hollín encontrado en el techo de cuevas prehistóricas, por la deficiente ventilación de las fogatas, demuestra que la contaminación ambiental comenzó con el inicio de la humanidad. Fuera del hogar, el forjado de metales contribuyó a su aumento. La contaminación del aire a través del tiempo, se investiga observando y estudiando burbujas de aire atrapadas en las capas de hielo de los glaciares y comparándolas con la atmósfera actual. Cuanto más profunda es la capa, más antiguo es el registro. En glaciares de Groenlandia, se han hallado burbujas con incremento de la contaminación, que coinciden con la producción de metales de las civilizaciones griegas, romanas y chinas. 


Ya en el siglo XIII, Eduardo I de Inglaterra prohibió la quema de carbono debido a la visible contaminación del aire de Londres. El hecho se agravó con la Revolución industrial. Para 1858 el agua del Támesis emanaba fuertes hedores debido al vertido de residuos químicos y humanos, lo que determinó la construcción del alcantarillado y el tratamiento de los residuos. Fue después de la 2da Guerra Mundial, alrededor de 1956, cuando la contaminación se consideró un serio problema para la vida, debido a los ensayos nucleares. 


En EEUU, el vertido de fenilos policlorados (PBC), en el río Hudson determinó la prohibición de la pesca y los habitantes de un pueblo cercano a las cataratas del Niágara, construido sobre terrenos donde se habían enterrado dioxinas, hubieron de abandonar sus viviendas pues el material cancerígeno había filtrado a las aguas, aumentando el porcentaje de muertes por esa causa. 


La publicación de un libro ("Primavera silenciosa+), puso en evidencia la acumulación del insecticida DDT en las cadenas tróficas, producidas cuando unos organismos se alimentan de los contaminados y se magnifica la acumulación en ellos. En el caso de los metales pesados (como el Arsénico, Cadmio, Mercurio, Selenio), los organismos no los excretan totalmente y los transmiten a otras especies. Lo mismo ocurre con la contaminación radioactiva que permanece por millones de años. Pueden ocurrir catástrofes como la de Chernóbyl ó la última, ocurrida en Japón, debido a un terremoto. 


En el aire, la mayor contaminación la producen los gases monóxido de carbono, dióxido de azufre, clorofluorocarbonados y óxidos de nitrógeno producidos en la industria o por la combustión en los vehículos. En el agua, los contaminantes drenan por los ríos y penetran aguas subterráneas ó van a los océanos. Como los deshechos plásticos que contaminan costas o forman manchas de basura en altamar, alterando la vida de los habitantes marinos. O los plaguicidas, fertilizantes y herbicidas que las lluvias y el riego arrastran a los acuíferos. A ello se suma, los derrames de petróleo por escape de los pozos o hundimiento de petroleros. 


Mucho se discute la contaminación producida por las radiaciones electromagnéticas generadas por equipos electrónicos, torres de alta tensión, transformadores, antenas de telefonía móvil e incluso electrodomésticos, en relación a la salud humana. La OMS considera que las no ionizantes no afectan la salud, porque son incapaces de alterar las moléculas. Algunos países toman medidas por precaución, como distancias de las antenas a las viviendas ó límites a las exposiciones de los trabajadores en la jornada laboral. 


Las radiaciones electromagnéticas que pueden resultar riesgosas para la humanidad son las originadas por explosiones ó llamaradas solares que llegan al campo magnético de la Tierra y producen tormentas solares ó geomagnéticas, induciendo corrientes eléctricas que pueden afectar los satélites de comunicaciones, ocasionando problemas en las transmisiones de radio, televisión e internet. 


Hace poco, el presidente Obama mostró su preocupación ante el riesgo siempre latente de una tormenta solar de magnitud y sus consecuencias debido a la actual dependencia tecnológica de la humanidad. En el pasado las hubo, pero eran épocas en que esa dependencia no existía o estaba en sus albores. Se tienen registros que en 1859 una tormenta solar inhabilitó el telégrafo entre EEUU y Europa; y en 1969 se inutilizaron los radares de EEUU. Hoy el caos sería enorme, debido a las hiperconexiones tecnológicas. Habrá que tomar conciencia de esta situación y los países aunarse en la búsqueda de alternativas. Pues la atmósfera no tiene fronteras y los peligros son para todo el planeta. 


 
María Antonia Sansó Santos,  Licenciada en Bioquímica.