Dos departamentos sanjuaninos, Rivadavia y Santa Lucía, han prohibido la comercialización de pirotecnia en sus jurisdicciones, en tanto Capital se tomará un año para reglamentar su normativa, de manera que espera aplicarla en diciembre de 2017. El uso de fuegos artificiales y artefactos explosivos es un tema legislativo para imponer por ley el fin de una costumbre que tiene graves consecuencias. 


Si bien sería imposible controlar la utilización masiva de pirotecnia durante las fiestas de fin de año, las ordenanzas dictadas en Rivadavia y Santa Lucía apuntan a los puestos de venta, a fin de desalentar la compra de elementos explosivos o luminosos. No obstante la norma 2445 de Santa Lucía abarca la utilización, tenencia, almacenamiento, exhibición, fabricación, transporte, distribución y comercialización de artificios pirotécnicos. Y, como en Rivadavia, impide el uso sin autorización previa en reuniones familiares y otras fiestas, incluyendo las religiosas. 


El tema pirotécnico está asociado al júbilo y la alegría -más en esta en esta época del año-, sin considerar los daños a la salud, humana y animal, al medio ambiente y el potencial detonante de siniestros. En el ámbito hogareño se aprecia el impacto en las mascotas ya que los animales tienen una capacidad auditiva superior, pudiendo percibir sonidos que para nosotros son imperceptibles. Las alteraciones suelen ser tan diversas en intensidad y gravedad que llegan a causar la muerte en las especies más sensibles. 


Pero el riesgo ambiental ocasionado por la pirotecnia es todavía mayor debido a una alta contaminación a partir del perclorato, agente oxidante que se utiliza para lanzar el cohete, luego los metales pesados que van en la bomba explosiva y producen la coloración del estallido y los aerosoles sólidos, que se originan después de la explosión. 


Por ejemplo para dar color al espectáculo, el cobre aporta el color azul al destello, el litio la coloración roja, el antimonio el amarillo, el aluminio blanco y el bario que da el color verde y que contiene isótopos radioactivos. Si se suma la contaminación sonora, tenemos un cuadro extremadamente dañino porque las partículas que se desprenden de un estallido penetran en las vías respiratorias, en tanto los estruendos generan taquicardia y alteraciones nerviosas. Esto sin contar los explosivos caseros y los "globos'' de papel encendidos con estopa o velas, causantes de incendios. 


Todo esto deber ser considerado por una ley de alcance provincial, aunque rompa una ruidosa tradición.