El 23 de noviembre de 1977 se produjo una de las mayores catástrofes naturales de la historia de San Juan. Un terremoto con epicentro en Caucete se cobró la vida de al menos 65 personas y dejó más de 300 heridos.

Edificios dañados y viviendas derrumbadas, las postales de entonces.

El sismo estuvo compuesto en realidad por dos movimientos seguidos que se produjeron con distintos epicentros. El primero se registró a las 6 horas, 26 minutos y 23 segundos con una magnitud de 6,6 grados en Richter y epicentro en el extremo noreste del cerro Pie de Palo, a una profundidad de 17 km.

Exactamente 21 segundos después se desencadenó el terremoto principal, que alcanzó los 7,4 grados con epicentro al sudeste del mismo cerro y una profundidad de 25 km. 

El sismo, recordado por y para siempre, dejó marcas indelebles en la sociedad.

El movimiento sembró pánico, destrucción y muerte. Además, como había ocurrido en 1944, puso a prueba la fortaleza y solidaridad de los sanjuaninos. 

La violencia con la que la naturaleza azotó San Juan se vio reflejada en los edificios que no pudieron soportar el sismo.

El terremoto del 77 marcó un antes y un después en la vida de los sanjuaninos. Las construcciones comenzaron a ser sismoresistentes.

Ese miércoles, el terror se apoderó de todos. Luego del pánico, el llanto y los gritos desesperados, llegó la hora de realizar un crudo analisis de la situación.

Veinte segundos pasaron desde que las personas comenzaron a percibir el movimiento hasta la fase destructiva del sismo. Eso permitió que muchos de los habitantes lograran ponerse a salvo.

Hubo 340 réplicas con intensidad igual o superior al grado II de la escala de  Mercalli Modificada, que se produjeron entre el 23 de noviembre y el 14 de diciembre de 1977. Sólo en el día del terremoto hubo 142 temblores de distinta intensidad.

En materia de estructura social, el terremoto dejó 142 millones de dólares en pérdidas: edificios públicos, viviendas y redes de agua potable se vieron gravemente afectados.