La "'Misa criolla''

"Quiero abrir las ventanas de la iglesia para que podamos ver hacia afuera y los fieles puedan ver hacia adentro'', había anunciado Juan XXIII unos meses atrás. El concepto papal, aplicado a la música litúrgica, fue muy pronto comprendido por el Concilio, aprobando la celebración del sagrado oficio con otro canon, manifiesto desde 1958 en la colonia belga del Congo, donde ya se interpretaba la Misa Luba desde 1958 en lengua nativa, con adaptación coral basada en melodías tradicionales africanas compiladas por un misionero franciscano, y con extraños instrumentos tribales.

Escucharla, fue el estímulo provocante de la íntima genialidad del pianista y compositor santafesino Ariel Ramírez, serio creador y empeñoso autor de la "Misa Criolla'', esa magna obra argentina que supera ya el medio siglo convocando arte ecléctico y celestial emoción. El artista popular concierta él, que nunca escribió una sinfonía, un concierto- ritmos y expresiones musicales regionalmente dispersos, y con elevada espiritualidad decide una portentosa composición con raíz propia. Se apoya en el trabajo consensuado de los curas Osvaldo Catena, santafesino, traductor, músico y amigo, Jesús Gabriel Segade para los arreglos corales, con el aporte de Alejandro Mayol.

Como músico folclórico e intérprete, Ariel Ramírez se incorpora al más genuino procerazgo del santoral de tierra adentro con Andrés Chazarreta, Atahualpa Yupanqui, Eduardo Falú, Julio A. Jeréz, Buenaventura Luna, Adolfo Ábalos y los recopiladores Gómez Carrillo, Juan A. Carrizo y Alberto Rodríguez. La escena de poetas letristas de sus composiciones reúne a Félix Luna, Jaime Dávalos, Cátulo Castillo, León Benarós, María E. Walsh, Armando Tejada Gómez y Juan L. Ortiz, entre muchos otros. En su vastísima obra inolvidables serán por siempre su "Volveré siempre a San Juan'', "Alfonsina y el mar'', "La tristecita'', "Zamba de usted'', "El Paraná en una zamba''. Junto al admirado Félix Luna resalta un fecundo ciclo antológico: "Cantata Sudamericana'', "Mujeres Argentinas'', "Los Caudillos'', "Navidad nuestra'' y la "Misa por la Paz y la Justicia'' de 1981.

Pero la "Misa Criolla'' es su bíblica cumbre. Y si de la historia musical de la misa se trata, corresponde decir que esa

melodía ritual nace en los albores del cristianismo con el canto denominado "llano'' (como el hablar: natural,sencillo,

sin adorno) o ambrosiano, por el obispo de Milán que lo impone, al que revisó y sistematizó en el siglo VI el papa Gregorio, y así será gregoriano durante el primer milenio. Se agrega luego la música coral, sin acompañamiento, que adquiere su apogeo en el siglo XVII.

El pianista argentino junto a los celosos curas, la traducen en ritmo y melodías americanas. Los contenidos de la cinco partes en que se divide la primitiva misa grecolatina serán compuestos así: "Señor, ten piedad de nosotros'' una vidala-baguala que expresa penas y soledades del ser humano: "Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres'' será algarabía de los olvidados en misachico y carnavalito; "Padre todopoderoso, creador del cielo y tierra'' confesión de fe y alabanza al retumbo de la chacarera; "Santo, Santo, Santo, creador del universo'' hasta el "Hosanna en las alturas'' adoptará ritmos ancestrales del altiplano norteño; y finalmente recalar en "Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo'' con recoletos acentos pampeanos. De la inspiración del cura Segade es el conmovedor "Danos la paz'' con que concluye la maravillosa obra.

La primera versión "para solistas, coro y orquesta'' del sello Philips, es de fines de 1964. Es en verdad antológica, y allí el protagonismo lo asumen Los Fronterizos, con la voz única de Gerardo López, César Isella, Eduardo Madeo y Juan Carlos Moreno. Intervienen con altísimo vuelo: La Cantoría de la Basílica del Socorro dirigida por Segade, y los maestros Jaime Torres en charango, Domingo Cura en percusión, Raúl Barboza en acordeón, Luis Amaya en guitarra y el enorme Ariel Ramírez en clavecín y piano como director en plenitud. Y todos los trazos del idioma clásico para el registro popular, en la paleta sublime del magistral Félix Luna, historiador, escritor y poeta autóctono de inspiradoras musas consagradas por su estirpe riojana.

Música argentina imperecedera, desgranada al mundo en una feliz simbiosis de divinidad y paganismo folclórico, que invita a escuchar y pensar este bellísimo milagro cultural para la humanidad.

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