Guardapolvos blancos que corretean y aprenden entre las sierras

Un niño camina a la escuela y muy alto un avión de pasajeros deja una estela blanca y se pierde detrás de una montaña, una escena típica de cualquier ciudad o pueblo de los muchos que hay en este país, sin embargo la diferencia, la gran diferencia, es que en donde vive este niño y donde se encuentra esta escuela no hay aeropuertos, no hay caminos, no hay autos ni colectivos, no hay teléfonos, tampoco computadoras,  solo un radiotransmisor que los conecta con el mundo, aunque suene irreal en este el siglo XXI.

Y no solo es este niño, son un puñado de párvulos que junto a sus padres y los maestros de esta escuela forman la comunidad de Sierras de Elizondo. Un grupo de casas distanciadas entre sí que solo es posible llegar caminando o a caballo, un lugar que cualquiera podría pensar que se detuvo en el tiempo y que en contra de toda razón es un sentimiento que se puede generar en quienes logran llegar hasta allá (que no son muchos).

Para quien está acostumbrado a vivir entre bocinas, caños de escape y “horas pico” puede resultar una forma de vida muy simple la de los “serranos”, pero contrasta con algo que hoy es esencial en la vida social de un ser humano, la comunicación. Sin comunicación se está aislado del mundo. Y la simpleza de su forma de vida se convierte en asombro, emoción y nostalgia cuando ellos conversan, comparten y reciben a las eventuales visitas.

La frecuencia con que uno escucha el “¿se sirve?”, “buen provecho”, “hasta mañana”, “usted”, remontan a aquellos memoriosos que tuvieron la suerte -el placer- de vivir aquellos años en que el respeto era “ley” y enternecen a quienes hoy devoran el mundo, pero para ellos lo simple no lo es tanto y lo cotidiano es un esfuerzo, proveerse de mercadería, de medicinas, de alimentos es tarea titánica, las luces no los deslumbran, no se niegan al avance pero no reniegan de su presente, compartir su lugar es una experiencia inolvidable, es una caricia al alma, es tener la esperanza de que cuando los “caminos” lleguen la esencia no se pierda, al fin y al cabo, “serrano” no se hace, se nace.

Guardapolvos blancos que corretean entre las sierras

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