Señor director:


En su origen y durante muchos siglos, el hombre se alimentó de frutas. Es decir que era un simple recolector. Pasaron los siglos y el hombre se apartó más de su alimentación natural, llegando a cometer mil errores y excesos. El auge de la industria vino a complicarle más las cosas, alterando, desvirtuando y adulterando sus alimentos hasta un grado máximo. No es de extrañar, pues que el ser humano experimentó un aumento de degeneración orgánica, al ir abandonando la alimentación natural, hasta ahora. Este hecho nos dio como triste saldo una humanidad en que el sano es una rarísima excepción, y el enfermo la regla general. Pero no hay que lamentarse inútilmente para salvar ese tesoro precioso que es la salud. Felizmente, la naturaleza es una madre muy buena y esta dispuesta a devolver lo perdido. Nuestro suelo privilegiado ofrece cuanto es necesario para alimentarse racionalmente. Ahí tenemos las frutas de toda clase que deben estar bien maduras y de preferencia crudas; sin olvidarse de las oleaginosas (nueces, almendras, avellanas, cono, maní). También las ensaladas crudas variadas y abundantes. LAs hortalizas en general cocidas o asadas (no fritas). Los cereales integrales como arroz integral, avena arrollada, maíz, trigocandeal y borgol, cebada. Las legumbres frescas y secas como lentejas garbanzos, porotos, habas, arvejas y soja. Los derivados vivos de animales: leche, crema, manteca, queso fresco y huevos. El pan integral de trigo y centeno. Además, son complementos útiles, la miel pura de abejas (en vez de azúcar industrial), el germen de trigo crudo, la levadura de cerveza seca en polvo y las algas marinas.

Dr Francisco Lázzaro
Médico - MP 1760