Señor director: 


Regar nuestras chacras, parrales o quintas, era en antaño una tarea placentera. A la vez que formaba parte de nuestra cultura de trabajo. Ver correr el agua por las acequias y canales portando vida y trabajo, constituía un auténtico regocijo para nuestra alma. Existía un respeto sagrado en cuanto a la limpieza de estos cauces. Lejos quedó esta actitud. 


Nuevamente insisto y seguiré insistiendo en este tema. Da pena, indignación e impotencia al observar en las porquerizas o chiqueros en que se han transformado nuestras acequias y canales. 


¿Falta de instrucción? ¿Desprecio por el estado? ¿Desconocimiento supino de nuestra historia y geografía? 


Hay de todo un poco. Pero creo que fundamentalmente, este hecho, que puede ser visto como simple, es un reflejo de las graves falencias que afectan a la sociedad, en especial el sistema educativo. 


Al mirar los desechos que predominan en los canales, los más comunes son los pañales, por lo que intuyo que son mujeres las arrojadoras, quienes quizás, por pereza o resentimiento, cometen semejante acto vandálico - dañino. O puede ser que confundan los cauces con cloacas.