Señor director: 


Aunque el pasado 21 de enero se oscureciera nuestro mundo en torno a la partida hacia la eternidad de un gran amigo, el Dr. Gilberto A. Ávalo (Beto), su espíritu resplandece ahora entre nosotros. Con mayor fuerza como la mejor fosforescencia. Porque fue protagonista de su historia, plagada de ideales de libertad, dolorosos a veces para quienes lo rodeábamos por la autenticidad avasallante de los principios que la sustentaban. Con la luz propia de la gente franca, sincera y de gran corazón, de la que "hace su propio jardín y decora su alma sin esperar que le traigan flores'' (poema "Con el tiempo'', de Jorge Luis Borges, a quien admiraba). 


Decía de los libros: "Hay que leerlos 3 veces hasta hacerse amigo de ellos''. Tenía un millón de "amigos'' con los que vivíamos incansables jornadas descubriendo realidades, maravillados por su talento, su mente brillante, su excelente humor acompañando los encuentros con interpretación de bellas canciones de su inspiración. Ellas expresaban su alegría de vivir, esa que le dio fuerza y refugio ante los avatares que minimizó hasta el final. 


Así se refería a la importancia de la amistad en los versos de la poesía "Invitación'', que escribiera recientemente: "Aquí tienes mi mano amigo mío,/ curtida de mañanas ásperas en el quehacer de las parras,/ tiernas y suaves si acaricio a mi amada.// La puerta de mi rancho abierta está para aquellos que cruzan el sendero/ y está en mi corazón viva la llama de la lámpara votiva de mi afecto''. 


Aunque el cielo se haya nublado, aparecerá siempre el rostro alegre de nuestro amigo del alma, sorprendiéndonos con alguna de sus ocurrencias a los que compartimos su vida desde la amistad, la familia, el arte, la literatura, la ciencia y la misma luz del día y el mismo sol aparecerán con su recuerdo. "En qué hondonada esconderé mi alma para no ver tu ausencia'' ("Ausencia'', Jorge Luis Borges)