Señor director:


El vocablo "infierno" ha pasado al lenguaje popular como una situación que genera un sufrimiento insoportable, de la cual hay pocas posibilidades de salir. Pero su origen está en la revelación bíblica y expresa un estado más allá de la muerte, al que acceden aquellas almas privadas de "gracia divina''. Es decir, en enemistad con Dios, por no haberse arrepentido de corazón de las transgresiones graves a su ley recogidas en el Decálogo de los 10 Mandamientos, instrucciones necesarias para funcionar bien y felizmente por la vida.


Hoy surge incredulidad acerca de este lugar de trascendencia extremadamente dramática, incluso entre los miembros de la Iglesia. Hay quien dice que Dios no puede someter a nadie a semejante castigo y por la eternidad. Pero esas opiniones son fruto de un desconocimiento de quién es Dios, de su Amor, de su Sacrificio en la Cruz, y de todos los medios que ha dejado para facilitarnos la salvación del alma.

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Entre ellos: la Iglesia Católica y sus sacramentos como ayuda espiritual; la Madre de Dios; el Espíritu Santo, que actúa como santificador del que se deja guiar por Él, las oraciones, la literatura y prácticas devotas que se han acumulado a lo largo de la historia. Y, un ángel custodio personal, que nos acompaña y alienta, si le dejamos, en el camino hacia Dios.