Señor director:


En esta época afiebrada conviene de vez en cuando recordar lo que dice la sabiduría acerca de la prisa con que se suela vivir. Los antiguos latinos decían: "Apresúrate lentamente". San Francisco de Sales, siendo obispo, cuando su familia lo revestía con los complicados ornamentos, le aconsejaba: "Vísteme despacio porque estoy de prisa". Talleyrand, que dominó durante cuarenta años la diplomacia europea, nos da una norma de conducta con estas sedantes palabras: "Nunca me he apurado y siempre he llegado a tiempo". En las Sierras de Córdoba, los lugareños aseguran con un dejo encantador entre socarrón y cachaciento que: "El hombre apurado se muere primero". Digamos tres veces por día, a la mañana, a lo hora de la siesta, y a la noche esto mismo, si es posible, con la inimitable tonada de la sierra, y prolongaremos nuestra vida, porque habremos dado un poco de paz a las arterias. Pues, como afirma Ramón y Cajal, "el hombre tiene la edad de sus arterias".



Leopoldo Mazuelos Corts   DNI 5.543.908