Era el 9 de julio de 1859 y gobernaba la Confederación Argentina Justo José de Urquiza, con la vicepresidencia del sanjuanino Salvador María del Carril.


Los acontecimientos que culminaron con la Declaración de la Independencia en las Provincias Unidas del Río de la Plata, dieron paso al epopéyico proyecto de la liberación definitiva con el plan estratégico del general don José de San Martín. Sin embargo, las tropas españolas aún hostigaban nuestro vasto territorio, sobre todo por el Norte, y el reino de España terminaba de padecer la invasión de Napoleón Bonaparte que ya controlaba media Europa. Si bien en el momento del primer grito de Libertad en las Provincias Unidas, España, de quien nos liberábamos, estaba en manos de Napoleón, en 1816. Fernando VII ya había recuperado el poder que perdió seis años antes, e hizo lo imposible por contrarrestar los triunfos independentistas americanos, con una larga y feroz resistencia para reconquistar sus colonias. Monarca de corte absolutista, se mantuvo en el trono hasta su muerte acaecida en 1833.

En el momento de la Declaración de nuestra Independencia gobernaba Fernando VII en España, y lo hizo hasta 1833, sin haber reconocido nuestra Independencia.


¿Cuál fue el origen de la situación previa y qué realidad imperaba en España el 9 de julio de 1816, día de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata? A raíz de la Revolución francesa de 1789, Europa se movió al ritmo de Francia hasta 1815, porque desde 1792, con el inicio de hostilidades entre el gobierno revolucionario francés y Austria, hasta la firma del Tratado de Amiens de 1802 ("Guerras revolucionarias francesas+ o "Guerras de Coalición+), casi no se detuvo el enfrentamiento de Francia con las monarquías europeas. Bonaparte, heredero de esa guerra intentaba construir una Europa continental francesa mientras controlaba cada día más el Viejo Continente.


El primero de los resultados del ataque de Napoleón fue la toma por Francia de la capital española y parte del Norte del país. Bonaparte convocó a Fernando VII a Bayona, donde estaba exiliado el padre del rey, Carlos IV, para intimarlo a que presentara su renuncia al trono de España en favor, sospechosamente, de su padre. Hasta ese momento, Fernando tenía la esperanza de que el emperador lo reconociera y diera respaldo, pero una vez que pasó la frontera no volvería por seis años. Ya en 1808, el nuevo soberano cedió inmediatamente la corona (jefatura del Estado) a Napoleón, quien nombró rey de España a su hermano mayor, José, hasta entonces rey de Nápoles, quien reinaría como José I hasta 1813, y al que los españoles nunca respetaron y le llamaban "El rey intruso+ o "Pepe Botella'', por su afición al alcohol y su mediana estatura. Mientras tanto, España quedaba gobernada en la práctica por una junta de gobierno denominada Junta de Cádiz, al tiempo que comenzaba a gestarse lo que los españoles, especialmente madrileños, llamaron "revolución'', para lograr la reposición de Fernando VII. Así, a partir de ese momento el territorio de la península ibérica se dividía en españoles al Sur, y franceses al Norte. Es que su proclamación como monarca provocó el comienzo de una etapa violenta que pasó por el célebre "Levantamiento del 2 de mayo'' y finalizó con un tiempo de graves enfrentamientos surgidos de estrategias de Napoleón en su idea de obtener la abdicación definitiva de la dinastía reinante de Carlos IV y Fernando VII de España, para reafirmar la supremacía del llamado Primer Imperio Francés, en detrimento de Portugal y Gran Bretaña, especialmente. Pero esta osada proclamación terminó mal ya que fue rechazada en España por los distintos órganos de poder autóctono, como el Consejo de Castilla, la Junta Suprema Central y luego las Cortes reunidas en Cádiz (Asamblea Constituyente). A ello se sumó que el mismo pueblo se levantaría en armas contra los franceses, dando lugar a los hechos del citado 2 de mayo de 1808 (desde ese momento día de fiesta anual de Madrid), que marcaron el comienzo de la llamada "Guerra de la Independencia Española''. Todo el ambiente bélico en Francia fue decayendo y debilitándose poco a poco la figura de Napoleón, hasta que, en 1814, fue liberado Fernando VII, lo que facilitó su regreso a España, donde inmediatamente recuperó el trono. Reinó hasta su muerte, acaecida el 29 de septiembre de 1833. En síntesis, en el momento de la Declaración de nuestra Independencia, el 9 de julio de 1816, gobernaba Fernando VII en España, y lo haría hasta su muerte, como queda dicho, en 1833, sin haber reconocido nuestra Independencia. Así, habría que esperar 26 años más para que esto sucediera: el reconocimiento español recién llegó el 9 de julio de 1859, cuando nuestro país ya era Confederación Argentina, embrión de la república de hoy. En 1853, el general Justo José de Urquiza volvió a considerar este tema y decidió que había llegado el momento de mejorar las cosas y nombrar un cónsul interino. Poco después Juan Bautista Alberdi fue encargado de normalizar las relaciones diplomáticas, teniendo en cuenta además la gran cantidad de españoles que ya habían emigrado a estas tierras. Las gestiones de Alberdi fueron dificultosas y largas y recién terminaron con el tratado firmado en 1859, cuando Urquiza presidia la Confederación Argentina, siendo su vicrepesidente el sanjuanino Salvador María del Carril.