Estatua en honor a Martín Lutero.

En el siglo XVI Europa vivió una revuelta religiosa encabezada por Martín Lutero: la reforma protestante o reforma luterana. Este sacerdote de origen alemán fue el que promovió una nueva iglesia cristiana en la que el Papa de Roma no tuviera la supremacía total. Donde la fe volviera a ser el principal motor religioso y en el que la corrupción religiosa fuera aniquilada totalmente. Según distintos historiadores, en sus 95 tesis, Lutero defendía la fe cristiana como motor esencial de la religión y se contrapuso, así, al modus operandi que la Iglesia Católica había estado llevando a cabo durante la Edad Media.


Este estallido reformista conllevó a grandes guerras civiles entre los principales países de Europa así como trajo consigo la aparición de la "Contrarreforma'', la respuesta católica al protestantismo.


La convención fija el inicio de la Reforma el 31 de octubre de 1517, día en que el monje agustino dio a conocer los puntos que quería debatir públicamente, fijándolas en la puerta de la Iglesia del Palacio de Wittenberg. Sin embargo será recién dos años después, en 1519, que Lutero formulará su doctrina de la justificación por la sola fe. Pero desde mucho antes, como monje agustino y como teólogo, Lutero se sentía indigno por la práctica de las penitencias. ¿Cómo diferenciar la contrición, el arrepentimiento sincero, del miedo al infierno?. Esa era la inquietud que lo torturaba, en un contexto en el que la fe se había mercantilizado al extremo, mediante la venta tarifada de indulgencias, que permitía a los vivos y a los muertos, acortar el tiempo del purgatorio y ganar el cielo. Lutero, en cambio, insistirá en la gratuidad de la salvación.


En aquel mes de octubre de 1517, Lutero no se proponía en modo alguno crear una nueva iglesia, sino debatir sobre estas cuestiones y reformar las prácticas que le parecían condenables y alejadas del mensaje del Evangelio. Pero este debate, le valdrá una amonestación del Papa y, más tarde, ante su negativa a desdecirse, la excomunión.


Uno de los hechos más significativos que pudieron ser una de las causas de la reforma protestante es que los reformistas se percataron de que se habían llevado a cabo las ventas de indulgencias con un fin puramente material: financiar la construcción de la Basílica de San Pedro en Roma.


Diferentes causas conllevaron a que, finalmente, se desatara esta confrontación entre los cristianos y que los ortodoxos se autoproclamaran los auténticos corresponsales de la Palabra de Dios y, por tanto, perseguían a los reformistas al tacharlos de herejes y de traidores. Así fue como la reforma protestante en Europa dividió a los cristianos: los que querían renovar la Iglesia y luchar contra la supuesta corrupción y los que querían que todo siguiera igual.


Los países que se sumaron a esta revolución rechazando al Papa y apostando por una Iglesia diferente y leal, se comenzaron a llamar protestantes. Y, debido a esta separación vital entre los creyentes, en Europa comenzaron a aparecer guerras entre ambos bandos que se conocen como "guerras santas''.


Pese a esta confrontación, actualmente el protestantismo ha conseguido convertirse en una rama del cristianismo y cuenta con más de 500 millones de fieles.