Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: "Maestro, Moisés nos ha ordenado: 'Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?'". Jesús les respondió: "En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán" (Lc 20,27-38).


El mes de noviembre comenzó con la fiesta de todos los santos y la conmemoración de los fieles difuntos. En esas dos ocasiones la liturgia nos ha recordado que nuestra vocación es la de un llamado universal a la santidad, y al mismo tiempo nos ha hecho meditar sobre la realidad final de la vida: el Cielo, la vida eterna, el abrazo de Dios que nos ha amado desde el instante mismo de nuestra existencia. El partido de los saduceos, a quienes menciona hoy el evangelio, era un grupo aristocrático de judíos vinculados a las familias sacerdotales del Templo de Jerusalén y que conformaba el sector más poderoso, tanto económica como políticamente, de la dirigencia de Israel. Su nombre "saduceos" les venía del apellido Sadok, que tenía su supuesto antecesor, Sumo Sacerdote del templo de Jerusalén en la época de Salomón. Dado su status social de privilegio, su política con los romanos fue de entendimiento: procuraban mantener el orden para que los romanos los dejaran tranquilos. Tanto los fariseos como el pueblo los solían acusar por esto de colaboracionistas.


Sin embargo en lo religioso, los saduceos seguían apareciendo como más conservadores que los fariseos, ya que aceptaban sólo la "tradición escrita": la Torá o Pentateuco, es decir, solo los primeros cinco libros de nuestra Biblia actual, no todo lo que se había dicho y redactado después. Los saduceos afirmaban que Dios retribuía ya en este mundo, y que la riqueza y el poder eran el premio de Dios a los buenos en esta tierra.


El mundo del pensamiento griego y las religiones paganas aceptaban una especie de vida en el más allá. En realidad, todos ellos creían firmemente en la inmortalidad del alma. Lo que rechazaban, era la resurrección.


Respecto a la pregunta que le dirigen a Jesús hoy debemos recordar que la Sagrada Escritura afirma que el matrimonio es "un gran sacramento" porque simboliza la unión entre Cristo y la Iglesia (Ef 5,32). ¿Es posible, entonces, que desaparezca en el cielo, donde se celebra el eterno banquete nupcial entre Cristo y la Iglesia, del que aquel es imagen? Según esta visión, el matrimonio no acaba del todo con la muerte, sino que se transfigura. En el prefacio de la Misa de difuntos, la liturgia dice que con la muerte "la vida no termina, se transforma"; lo mismo se debe decir del matrimonio, que es parte integrante de la vida. ¿Qué decir a quienes han tenido una experiencia negativa, de incomprensión y de sufrimiento, en el matrimonio terreno? ¿No es para ellos motivo de miedo, más que de consuelo, la idea de que el vínculo no se rompa ni con la muerte? No, porque en el paso desde el tiempo a la eternidad, el bien permanece y el mal cae. El amor que les unió, tal vez por breve tiempo persiste; no los defectos, las incomprensiones, los sufrimientos que se han causado recíprocamente. Muchos cónyuges experimentarán, sólo cuando se reúnan "en Dios", el amor verdadero entre sí y, con él, el gozo y la plenitud de la unión que quizás disfrutaron poco tiempo en la tierra. Es la conclusión de Goethe sobre el amor entre Fausto y Margarita: "Sólo en el cielo lo inalcanzable (es decir, la unión plena y pacífica entre dos criaturas que se aman) será realidad". En Dios todo se entenderá, todo se excusará, todo se perdonará. ¿Y quienes estuvieron legítimamente casados con varias personas, como los viudos y las viudas que volvieron a contraer matrimonio, como es el caso que le presentan hoy a Jesús? También para ellos debemos repetir lo mismo: lo que hubo de auténtico amor y donación con cada uno de los esposos o de las esposas, siendo objetivamente un "bien" y viniendo de Dios, no será suprimido. En el cielo no habrá rivalidades en el amor o celos. Estas cosas no pertenecen al amor verdadero, sino al límite intrínseco de la criatura.