Prácticamente día y noche, feriados y fines de semana, Angelita construía en su departamentito de calle Mitre, exactamente encima del nuestro, los atuendos de reinos ajenos, con sus bellos vestidos, sus sacos de fiesta, sus arreglos de lujo o vestimenta más modesta. Todo pasaba por sus manos prodigiosas y su buen gusto: por eso, ella, en el fondo de su alma y en los hechos, era esclava de su propia virtud. 


He sentido la sensación de que las modistas o los antiguos sastres hacedores de los mejores trajes de entonces, fuente habitual de la vestimenta de nuestros padres, prácticamente vivían para su noble oficio, puntillosa labor de detalles y a pura mano, que les absorbe los días y a veces los sueños. Algo muy similar a los hacedores tradicionales de los oficios como el del carpintero, el ebanista, el albañil, entre tantos y los propios artesanos. 


Fue Angelina una hermosa mujer, muy simpática y de gran personalidad; su familia de origen español, gente tradicional de San Juan. Angelita murió soltera. Recuerdo que mi madre lamentaba que a esta bella mujer le hubiera tocado una vida prácticamente en soledad, aunque nadie está autorizado a decir que no fue feliz con su dedicación exclusiva a su oficio. 


"¿Te acordás, hermano, qué tiempos aquellos?'' Por calle Mitre pasaban caravanas de autos camino a los corsos de la plaza Veinticinco y otras veces con destino a las unidades básicas que esperaban la vuelta del general. Una vez vimos transitar a una especie de camioncito radical, todo de vidrio, que al otro día fue apedreado en el Parque de Mayo. Esa imagen se me grabó hasta hoy como símbolo de este país donde las ideas suelen entenderse como agresiones y las agresiones como ideas. Épocas duras (pensándolo bien: ¿cuando fueron blandas?) Frondizzi había sido derrocado por nuevo e inútil golpe militar. El país se revolvía en dolores injustos. Años después asumiría don Arturo Humberto Illia, con el peronismo proscripto, pero con su pública promesa de llamar a elecciones sin ninguna proscripción. Este hombre, que seguramente fue uno de los mejores presidentes de la historia, también fue vapuleado por nuevo golpe militar. Fuimos entonces los argentinos azotados y desconocidos como ciudadanos por nuevo grupúsculo de supuestos iluminados con armas. Y siempre las armas y siempre la violencia y detrás de ella los terribles iluminados.  


Y Angelita, con manos de hada y corazón humilde, en un departamentito de la calle Mitre seguía, como la mayoría de nosotros, apostando a una Argentina noble, enredada ella en sus utopías, en su humildad, en su belleza, en su presunta soledad. Como nuestra Argentina.