El fracaso es evidente y hay clara conciencia, incluso dentro de aquel peronismo moderado, que se debe abandonar el camino dogmático de las ideologías utópicas, para ir hacia el realismo. 


A partir de la asunción de Sergio Massa al Ministerio de Economía, y anexos, se abre al país una situación novedosa y que despierta tanto esperanzas como enigmas sobre el futuro. ¿Qué va a pasar con un ministro de centro derecha, que cree en el mercado, en la actividad privada, y es partidario de la ortodoxia en materia económica, que toma el volante de un gobierno que sostiene dogmas de signo contrario? 


Debe hacerse cargo de un vehículo conducido, hasta ahora, desastrosamente, que se dirigía inexorablemente a pegarse una piña contra la próxima curva, detrás de la cual aguarda el abismo. Tiene que dar un golpe al volante contundente, que revierta el festival de desatinos en que se fue diluyendo el gobierno del Frente. Como lo es transformar la pérdida de reservas, en acumulación de divisas. Exceso de gasto público, en recortes presupuestarios. Tarifas congeladas con sinceramiento de las mismas. Subsidios de todo tipo, con límites y austeridad en su administración. Del rechazo fulminante hacia todo lo que huela a "yankie", a un acercamiento estratégico a la administración Biden y los centros del poder económico. De la persecución del campo, a recostarse en él y su capacidad de tracción de dólares. Del déficit de la balanza de pagos, al superávit comercial exterior. De la emisión descontrolada, a la rigidez en la cantidad de moneda en circulación. Del odio recalcitrante al capital, a una aproximación a la inversión. Del déficit al equilibrio fiscal. En fin, un golpe de timón importante.


¿PODRÁ?

Porque el vehículo que ahora conduce, si bien parcialmente, no le pertenece. Su propietario es el kirchnerismo y sus aliados, entre los cuales estaba Massa con un rol poco influyente, que han hecho de la improvisación una regla, del despilfarro una religión, de la abundancia de planes su devoción, del alistamiento con regímenes autoritarios su ideal, de la pobreza una virtud, del "pueblo" una masa amorfa, fanatizada, desprovista de ideales, sin cultura del trabajo, del mérito, de la superación en base al esfuerzo propio. A resultas de las cuales se registran niveles desconocidos de pobreza, marginalidad y una educación de bajo estándar.


¿LO DEJARÁN?

Es una incógnita. Porque Massa en sí mismo es un dilema. Que comenzó en su juventud con su adscripción a un partido de neto corte liberal, como la UCDe del ingeniero Álvaro Alsogaray, a pasar por adhesiones diversas para pertenecer, finalmente, a esta coalición gobernante. Que, sin rumbo, apela a él, sus contactos, su equipo, su "onda" con los gobernadores, para reencauzarse. Y también con aquellos compañeros suyos que prohijaron el otrora "peronismo republicano", moderado, de centro, que procuraba distanciarse de la radicalización que encarnaban los Kirchner, la Cámpora y su autoritarismo. Es decir, el proclamado "camino del medio" que las urnas no le dejaron poner en práctica.


VISIÓN DICOTÓMICA DE LATINOAMÉRICA

Esa creencia tan arraigada en el llamado "socialismo del siglo XXI", de creerse pobres porque "ellos" son ricos. Que la historia, es una "exitosa conspiración de malos contra buenos, en la que "aquellos" siempre ganan y "nosotros" siempre perdemos. Ese hombre de la "patria grande" estaría entre las pobres víctimas y buenos perdedores frente a los explotadores neoliberales y ultracapitalistas que serían los malos de la película. Esa visión dicotómica de Latinoamérica está tan prendida en ciertos niveles de la población, que revertirla es una tarea monumental. Que va a llevar tiempo. 


Prendió muy fuerte en los 70 el libro "Las venas abiertas de América Latina" del escritor uruguayo Eduardo Galeano. Formó generaciones de resentidos. Claro que Galeano, poco antes de morir, confesó haberse equivocado con su enfoque. "Entonces sabía poco de historia y menos de economía. Hoy no puedo ni leer aquello que escribí", dijo con enorme honestidad intelectual. Sin embargo, Fidel, su hijo predilecto, Hugo Chávez, Ortega en Nicaragua, Evo en Bolivia, Correa en Ecuador, Lula en Brasil y Néstor en Argentina, se empeñaron en seguir flameando esas banderas que hoy, al menos en nuestro país, están encontrando una fuerte resistencia. 


El fracaso es evidente y hay clara conciencia, incluso dentro de aquel peronismo moderado, que se debe abandonar el camino dogmático de las ideologías utópicas, para ir hacia el realismo. El pragmatismo del sentido común que llame "a los argentinos a las cosas" como sostuvo en los años 20 del siglo pasado el filósofo español José Ortega y Gasset.


Tal vez sea este un punto de partida, no lo sabemos, de modo que debemos prepararnos para una contienda visceral en la historia de esta parte del continente, al cual pertenece la Argentina. Que se merece un futuro acorde con la riqueza que la noble naturaleza repartió generosamente en su extenso suelo. 
 

  • Todo un desafío

Economía es un reto muy difícil, para Massa y sus seguidores. Quienes, no bien asumido a su ministerio, celebraban (¿?) eufóricamente un presunto "triunfo" del Frente Renovador, que obligó al Ministro a indicar desesperadamente que se silencien. Los líderes deben tener cuidado en fomentar estos desvaríos de sus seguidores.


Creo que Massa se equivocó en preparar su asunción al ministerio como si fuese el lanzamiento de un presidenciable. Convocó 500 invitados y el clima festivo que desató su nombramiento contrastó con sus proclamas posteriores a la austeridad, el buen tino y el cuidado en la administración de los recursos. Afuera, una pobreza de niveles alarmantes, una clase media desconcertada y una inflación galopante, exigían un comportamiento más aséptico. Hay que ser y parecer. 


Es que resultaría atractivo subirse a la ola superficial del populismo, a la celebración de la gratuidad sin contraprestación, que se confunde con la pretendida distribución de la riqueza. Que al final se ha convertido en una pavorosa repartija de miseria, que en el continente ha arrastrado a naciones enteras como Cuba, Venezuela, Nicaragua, otrora el Perú de Alan García y hacia donde apuntó sus naves la Argentina.

Por Orlando Navarro
Periodista