Símbolo. En 1918 los estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba iniciaron una huelga en reclamo de profundas reformas universitarias. El movimiento se denominó el "Grito de Córdoba" e incluyó la toma de la Universidad.

Cuando estudié en Córdoba, tuve el alto honor de conocer al Profesor Dr. Fernando Martínez Paz, hijo de Enrique Martínez Paz, quien fuera uno de los estudiantes que lideró la Reforma Universitaria. Este profesor nos dio una visión amplia de la carrera de Derecho, basada en la tradición greco-romana-canónica; también incursionó en enseñarnos qué fue la Reforma Universitaria y qué sucedía con la Universidad en esa época, lo que voy a tratar de resumir: en 1918 el mundo estaba sumido en la Primera Guerra Mundial, en Argentina era presidente Hipólito Yrigoyen; en 1917 estalla la Revolución Rusa contra el Zar; era una época convulsionada y en Argentina sólo había 3 universidades nacionales, la de Buenos Aires, la de La plata y la de Córdoba, más dos provinciales.

En 1918 los estudiantes de Córdoba iniciaron un movimiento contra los grupos conservadores que manejaban la Universidad, desconociendo que el siglo XX venía con una fuerte modernización social, con una clase media urbana liberal que reclamaba por acceso a los estudios superiores que chocaban con los vicios que tenían los claustros en esa época.

El primer movimiento estudiantil fue el 10 de marzo de 1918, cuando salieron a tomar las calles de la Ciudad de Córdoba y dado el éxito de la manifestación acompañado con un fuerte entusiasmo, se formó el "comité pro reforma". Esto generó el rechazo de las autoridades ante las primeras y escuetas pretensiones, pero el apoyo seguía y los estudiantes se fueron a la huelga, lo que imposibilitó que se tomaran clases. El conflicto escaló a tal punto que el 5 de junio los estudiantes proponían al candidato liberal Enrique Martínez Paz, que tras perder la fraudulenta elección, los estudiantes la desconocieron tomando la universidad. Se atrincheraron, descolgaron los cuadros de las viejas autoridades, bajaron las estatuas religiosas, les sacaron los cinturones morados y los usaron de bandera de ese levantamiento.

El 21 de junio de 1918 se redactó el Manifiesto liminar de la Reforma Universitaria en cuyo título decía "La juventud de Córdoba, los hombres libres de Sudamérica y su ferviente romanticismo por la independencia latinoamericana".

Las causas que llevaron a la Reforma Universitaria fue el hastío de la sociedad con la imposibilidad de acceso de las clases medias a la universidad, la nula participación de los estudiantes, el dogmatismo riguroso como método imperante y sin ningún tipo de libertad académica, el exagerado sistema de privilegios existentes en la universidad, los profesores eran exclusivamente la elite local de apellidos notables y las cátedras se heredaban por familias, generación tras generación, sólo por portación de apellido y no por capacidad.

El impacto de la reforma fue porque la Universidad de Córdoba (fundada en 1613 y siendo la más antigua del país) fue por varios siglos el principal centro de selección de las élites gobernantes con gran influencia de la Iglesia.

"A pesar de haber pasado 100 años, todavía hay vicios que bastardean la reforma".

Cuando finaliza la revuelta y con una nueva intervención se llegó a aceptar los siguientes postulados, entre los que estaban: la posibilidad de acceso de cualquier persona a la universidad, sin distinción de clase social, sólo valorando su capacidad, el co-gobierno estudiantil, la autonomía política, docente y administrativa de la universidad, la elección de todos los mandatarios de la universidad por asambleas con representación de los profesores, de los estudiantes y de los egresados, la selección del cuerpo docente a través de concursos públicos que aseguraran la amplia libertad de acceso al magisterio, la fijación de mandatos con plazo fijo (cinco años generalmente) para el ejercicio de la docencia y sólo renovables mediante la apreciación de la eficiencia y competencia del profesor; la defensa de la democracia, la libertad de cátedra y la libre asistencia a las clases.

El presidente Yrigoyen compartió y convalidó las banderas de la Reforma Universitaria a través de sucesivos decretos y tal fue el impacto de la legislación reformista que sus ideas se extendieron a otros países del continente. La misma no es patrimonio de nadie sino que para llevarla adelante participaron radicales, socialistas, anarquistas y liberales que lucharon mancomunados por cambiar la universidad.

Ya estamos en el siglo XXI y los postulados de la reforma están cumplidos. Ha sido un éxito ya que perduraron 100 años y fue un hito en la educación argentina de las generaciones de nuestro país, tan fuerte como lo fue Sarmiento en el siglo anterior. ¿Y ahora?... ¿La universidad argentina está mirando cómo enfrenta el siglo XXI? ¿Qué nuevos postulados tiene que tener para que nuestros profesionales puedan competir contra otros? No hace falta que vayamos muy lejos, comparándonos con los chilenos, brasileños y uruguayos. La reforma avanzó hasta el ingreso irrestricto, cualquier estudiante se anota e ingresa a la universidad. Me pregunto: ¿estamos atentos a su rendimiento? ¿Cuándo se reciben?, porque pasar por la universidad es salir con el título bajo el brazo, no con la frustración de haber abandonado los estudios, siendo un generador de gastos y pérdidas de tiempo.

Considero que el mejor homenaje que se le debe hacer a la Reforma es actualizar los postulados para el siglo XXI, poniendo nuevos horizontes a la universidad, preocupándonos por el academicismo de nuestros profesionales, cuidando y respetando la libertad de expresión. A pesar de haber pasado 100 años, todavía hay vicios que bastardean la reforma, por ejemplo: cuando hay persecutas políticas por no alinearse con el pensamiento de la autoridad de turno, cuando prima el partidismo por sobre el academicismo, el embanderamiento de la universidad con consignas populistas que no llevan a ningún lado, el malgasto del presupuesto en excesivos cargos políticos, en gastos superfluos, en viáticos para financiar viajes sin relación con el crecimiento académico en total falta de respeto y consideración con el contribuyente que paga sus impuestos y de esa forma mantiene a la universidad.

Y como dijo Voltaire: "No comparto tu opinión, pero daría mi vida por defender tu derecho a expresarla".