La cumbre del clima que ha comenzado en Durban (Sudáfrica) tiene como meta, además de reformar el sistema energético mundial, negociar cómo mantener con vida el Protocolo de Kioto hasta 2020. Este primer tratado mundial contra el calentamiento comenzó en 2005, con metas que debían cumplirse hasta 2012, pero Estados Unidos no lo ratificó y el texto dejó sin compromisos a países emergentes como China, Brasil e India.

Si el año pasado en Cancún el objetivo era no dar ni un paso atrás en la negociación climática, la clave ahora será dar una forma jurídica al futuro régimen climático internacional que haga vinculantes los compromisos de reducción de emisiones para 2020 ofrecidos voluntariamente en la reunión de Copenhague en 2009 y adoptados en los Acuerdos de Cancún. Aún se está muy lejos el lograr el objetivo de que la temperatura global no aumente más de 2¦C sobre los niveles preindustriales. A pesar de los esfuerzos realizados, todavía se está en zona de riesgo.

Según datos del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), las cifras de reducción ofrecidas hasta el momento implican un aumento de temperatura entre 3 y 3,5¦C, muy lejos del límite de 2¦C que los científicos apuntan como límite de seguridad para que el clima no se desborde. La Unión Europea observa que es difícil que de Durban surjan nuevos números, pero se intentará identificar en qué aspectos hay que trabajar para lograr hacer frente a ese desfase de ambición, perfilando las reducciones adicionales de emisiones necesarias para la seguridad del planeta. Los fenómenos meteorológicos extremos amenazan la seguridad alimentaria mundial. Desde el Cuerno de África y el sudeste de Asia hasta Rusia y Afganistán, un año de inundaciones, sequías y calores extremos han sumido a decenas de millones de personas en la hambruna y la pobreza. Esta realidad empeorará a medida que el cambio climático cobre fuerza y la agricultura sucumba ante el calor. Basta pensar que las fuertes sequías africanas han sumido a más de 13 millones de personas en una profunda crisis. En julio pasado, los precios de algunos alimentos subieron hasta en un 393% en Somalia.

Para los más pobres y vulnerables del mundo, que gastan alrededor del 75% de sus ingresos en comida, la crisis climática podría tener consecuencias catastróficas.