Por Lisandro Prieto Femenía, Profesor en Filosofía


Hoy quisiéramos compartir con todos los lectores una propuesta reflexiva que se centre en dos aspectos fundamentales para la comunidad, a saber, la educación y la libertad. Desde la antigüedad hasta nuestros días, éste ha sido y sigue siendo, un tema central para el debate político-educativo en el marco de un Estado democrático. Tomamos el caso de Aristóteles, quien señala como carácter constitutivo de la libertad a la autarquía (autosuficiencia), concepto que indica no sólo la independencia del individuo de todo condicionamiento exterior, sino que se trata de un requisito sin el cual no tiene sentido pensar en la posibilidad de la felicidad.


Como bien sabemos, dicha autosuficiencia, puede producir un estado de ánimo de tranquilidad y satisfacción. Ahora bien, desde el punto de vista filosófico, esto no es suficiente para considerarnos libres. No se trata de "tener todo lo que creemos que sería necesario para'', sino de contar con una actitud reflexiva que nos permita evitar todo aquello que pueda causar dependencia, tanto física, material y espiritualmente. Se conforma de esta manera el "hábito'' racional de la prudencia, considerada por Aristóteles "la excelencia añadida a algo como perfección''.


Dicho esto, tratamos de pensar hoy el equivalente a "autosuficiencia'' y lo posicionamos en la satisfacción de las necesidades para que podamos desenvolvernos en la cotidianidad sin las ataduras de la dependencia. Pero aquí es preciso detenernos y aclarar brevemente algunas cuestiones, para evitar anacronismos. En el presente ¿qué consideramos "necesario'' hoy, para sentir "autosuficiencia'' o independencia? La imposición del cumplimiento de pertenecer al ámbito del consumismo exacerbado puede confundirnos, puesto que ya ni siquiera estamos hablando de la satisfacción de necesidades básicas para lograr cierta libertad e independencia, sino de la adicción contemporánea por adquirir bienes y servicios simplemente por la avidez de novedad y no por la necesidad real concreta.


 Asimismo, este nivel de autonomía permite el acontecer del pensar mismo: es improbable que bajo condiciones existenciales hostiles, difíciles, estresantes, podamos esclarecer nuestro pensamiento y desarrollar un análisis minucioso de aquellos aspectos que nos atraviesan a diario. Se trata de una situación difícil de aprehender en nuestros días: expresar que la condición para la libertad es la liberación de las inquietudes intrascendentes cotidianas, de las necesidades impuestas, la indiferencia ante la imposición de la acumulación de riquezas y de la vida a contrapelo de la naturaleza, puede resultarnos una utopía en un mundo que exige celeridad, consumo, desaprensión, indiferencia, individualismo y desprecio por lo común.