El domingo pasado a última hora, luego de conocerse los resultados definitivos del recuento provisorio de las elecciones legislativas, la expresidente Cristina Fernández anunció que Unidad Ciudadana, la coalición que fundara recientemente, "llegó para quedarse". Desde la posición de perdedora, retuvo dos millones y medio de votos y reclamó para sí el liderazgo de la oposición convocando, al menos desde el discurso, a otros grupos a encolumnarse detrás de su figura. No hubo menciones al peronismo como institución política o reflexión sobre el futuro de la fuerza que sigue siendo mayoritaria en Argentina no obstante haber perdido ya tres elecciones generales consecutivas.

La pregunta que cabe es si se puede construir algo nuevo desde la derrota, más cuando en nuestra democracia contemporánea no se registran antecedentes. Peor desde el peronismo, movimiento gestado desde el poder y en el que no suele consolarse a los perdedores. Menem armó desde la pequeña provincia de La Rioja luego de sucesivos triunfos en la gobernación y arrebatando la interna al principal referente peronista en la provincia de Buenos Aires Antonio Cafiero, líder de la "renovación". El PJ venía de perder las presidenciales de 1983 con la Unión Cívica Radical. Luego se habría de consolidar lo que hasta hoy llamamos "menemismo", una conjunción rara de peronistas y liberales que gobernó el país 10 años y 6 meses. Menem lideró desde dos triunfos consecutivos y claros en su provincia y uno en la interna.

Recién ahora, a los noventa años, acaba de salir segundo por un par de puntos como senador en La Rioja. En 1999 el Frente para la Victoria llevó de candidato al exitoso gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, ex vice de Menem y fue castigado en las urnas por Fernando de la Rúa quien había ganado previamente la Jefatura de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, distrito independizado de las decisiones presidenciales luego de la reforma constitucional de 1994. Antes, naturales disputas entre distintos caudillos sugirió que era mejor para el país que el titular del ejecutivo nacional designara al Intendente de la ciudad asiento del gobierno federal. No podía haber dos gallos en el mismo gallinero, razón sensata por la que también se construyó la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires y emplazamiento de su gobierno, 50 kilómetros al sur. Duhalde perdedor, no pudo siquiera amagar con tentar por segunda vez a los votantes en 2003 y cedió lugar al atrevido gobernador, también exitoso y múltiple triunfador en el gobierno de Santa Cruz, Néstor Kirchner.

A Néstor sucedió su esposa, la senadora Cristina Fernández por ocho años quien pudo contar el record del 54% de los votos en 2011. En 2013 las cosas empezaron a oler mal y luego se completaron dos victorias más de la novel coalición Cambiemos en las presidenciales de 2015 y en las legislativas del domingo pasado. Primera vez desde 1985 que alguien recibe en la mano las cinco cartas del póker: CABA, Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza. El propio Macri construyó siempre desde el triunfo. El temor a una primera y fatal derrota le indujo a recluirse en Ciudad de Buenos Aires en 2011 cuando muchos le pedían que pusiera en juego su cabeza en las presidenciales de aquél año.



Tanto en la constitución de Unidad Ciudadana, como en las aspiraciones expresadas por Cristina, hay un déjà vu, un inevitable recuerdo del pasado. El 7 de agosto de 1992 bajo la inspiración de Leopoldo Moreau, en aquél entonces joven y promisorio dirigente del ala más izquierda del viejo partido radical y con el aval de la figura del ex Presidente Alfonsín, daba nacimiento el Modeso, Movimiento para la Democracia Social. Al describir las ideas fuerza de esa nueva formación, el propio Moreau decía: "Es un grupo que pretende reunir el pensamiento nacional y popular, progresista y democrático".

Aquél joven de tanta iniciativa conduciría hacia un abismo minoritario en 1995 con resultado indigno de las trayectorias de Leandro Alem, Hipólito Yrigoyen, Marcelo de Alvear, Arturo Frondizi, Raúl Alfonsín y hasta del perdedor candidato radical del "89 Eduardo Angeloz que llegó al 37%. De ese pozo debió rescatarlos Alfonsín creando la Alianza ganadora en 1999 que se nutrió del grupo de peronistas que salió segundo en el "95, Bordón-Álvarez y del propio radicalismo. Moreau hoy trocado en kirchnerista, vocero e ideólogo de Cristina Fernández, reflota el Modeso con otro nombre convocando adhesiones de un arco semejante, desde comunistas hasta socialistas moderados pero todos con las mismas consignas de "nacional, popular, progre y democrático". Unidad Ciudadana, grupo allegado más por el espanto a Macri que por el amor al futuro de la nación, es un claro cortado y pegado de aquella estructura que, igual que ahora, pretende nacer desde el fracaso de una derrota amplia y contundente. ¿Podrá tener ahora un destino diferente a aquel descarrilamiento de 1995? Se dice que mientras se esté vivo todo es posible. También dice el tango "la historia vuelve a repetirse...".