Veinte años después del Tratado de Maastricht y del nacimiento del euro, la Vieja Europa reformula su modelo de integración, por imposición de las circunstancias y en medio de la fragilidad de una crisis de confianza en los mercados que ciertamente no va a desaparecer como consecuencia inmediata de las medidas adoptadas.

Cuando fue creada la unión monetaria entre los 17 países del euro, fueron muchos los economistas que denunciaron la imposibilidad de que el experimento funcionara a largo plazo frente a las diferencias económicas entre los países que tomaron parte y ante la falta de un gobierno económico central. La crisis de las deudas soberanas ha sacado a la luz las debilidades de este sistema. Alemania ha debido llevar adelante estrategias para evitar que la economía regional colapse, haciendo honor su propia Constitución de 1949, que ponía los cimientos para la formación de la futura Alemania: "Para conseguir una Europa integrada, Alemania contribuirá al desarrollo de la Unión Europea, en los mismos términos que otros países". Es que la futura Unión tendrá sello germano. Así parecen confirmarlo las medidas que han deparado un Acuerdo Internacional entre los líderes de la organización, a excepción del Reino Unido. Un modelo a largo plazo que se afianza sobre la disciplina fiscal propugnada por Alemania a través de un mayor federalismo. Una cesión de soberanía a Bruselas para aumentar el control sobre los presupuestos nacionales, mediante dos instrumentos. Por un lado, la extensión a todos los países firmantes de la regla de oro constitucional de límite del déficit presupuestario estructural al 0,5 por ciento. Por otro, con sanciones automáticas a los países que no respeten los objetivos del Pacto de Estabilidad y Crecimiento: un déficit por debajo del 3% del PBI y una deuda pública que no supere el 60% límites incumplidos desde la creación del euro. "Prefiero una injusticia al desorden, porque el desorden es causa de mil injusticias", afirmaba Goethe. Así, el rigor alemán se impone en Europa con más fuerza tras la última cumbre. Sin embargo, hay frentes abiertos y decisiones por tomar como el rol que debe asumir el Banco Central Europeo o la emisión de los eurobonos. Sólo los ajustes de austeridad y el tiempo revelarán el fracaso o el acierto de las medidas adoptadas.