(A la entrañable familia Villegas). Entre nuestra obra grabada, en un sobre de ajado papel rústico, estaba aquella pieza singular: un rígido y pesado disco de pasta que contenía las zambas "La Gringa'', de Oscar Valle y mi zamba "Verano''. No era un registro profesional. Mi padre se ofreció hacer editar en una fábrica de Buenos Aires una cinta cerrada de un casero grabador Geloso.


Cuando trajo el disco, lo festejamos como si hubiéramos grabado en un Estudio famoso. Era nuestro primer descubrimiento y tesoro.


Aún sobrevive a los vaivenes de la nostalgia, las pérdidas y los olvidos y se escucha bastante bien,
pero lo sagrado es el ambiente de aromas y mensajes que recrea; su palpitante carrusel se mece hoy bamboleante en los platos que quedaron del pasado y que muchos estamos rescatando prolijamente como tesoros, porque se considera que las grabaciones en aquellos discos, y sobre todo los que luego vinieron, de vinilo, son superiores en sonido, riqueza y fidelidad a todo otro registro posterior que se ha hecho en cualquier otro soporte, tan es así que hoy se vuelve a grabar en ese soporte.


El disco de pasta -auténtico símbolo espiritual- aguarda rescates de ausencias que de cuando en 
cuando me permito. Grabado con el ínfimo micrófono incorporado del Geloso, sólo nuestras guitarras y la presentación de don Renato Villegas, entonces intendente de Santa Lucía y entrañable amigo, eleva al viento y a los estremecimientos de nuestro cuerpo, con bastante dignidad, no sólo las melodías que en aquellos dorados días de otro San Juan expresábamos, sino la voz de Don Renato, como espejo sonoro que se nos clava en el centro y que vuelve a colocar en nuestra mente aquella escena parados frente al noble aparatito ubicado en una mesita de luz del dormitorio.


En aquel municipio, una hermandad trascendente nos unía. Una buena persona convoca magias y amistades: el asadito cordial, los partidos de fútbol contra otros municipios, las guitarreadas caseras donde, sin sospecharlo, estrenamos una zamba que compuse y hace poco más de un año me tocó cantar en Nueva York, donde me enteré que era interpretada por muchos artistas de esa lejana ciudad. Por fin, la calidez de los Villegas y el hallazgo del gran dúo de Mily, esposa de Don Renato con su hermano Javier, interpretando canciones de nuestra tierra.


La casa aquella de calle Santiago del Estero, en un tiempo de Bidú Cola y carnavales de albahaca,
jamás podrá borrar de su regazo el balbuceo de iniciales guitarras, los murmullos multicolores de gente que amaba la vida, el triunfo de la camaradería por sobre los duelos y las dudas y aquel encanto inaugural de nuestra primera grabación profesional, que nos pareció memorable en la calidad de un combinado de los Villegas, que -esté donde esté- ha de conservar en su pecho de madera fragante tanta vida dicha en clave de sol y de amistad.