La "igualdad de oportunidades" es un principio universal que consagra y caracteriza al siglo XXI, pues todas las perspectivas del hombre, metas, objetivos y fines, pasan por su valoración y mide qué gravitación y peso tienen las mismas en la sociedad. Por su parte, la educación es el factor determinante que pone en evidencia su aplicación, y la praxis social, cívica y política es la que comprueba, verifica y confirma sus resultados.

El éxito o el fracaso de las acciones políticas de los hombres, como también la prosperidad económica o las necesidades extremas, no prueban que la igualdad de oportunidades tenga una aplicación corriente; tampoco que sea el modelo ejemplar que actúe y garantice los procedimientos racionales o legitimados -como las leyes vigentes- y los subjetivos o carismáticos -como los liderazgos- puestos de manifiesto.

Un ejemplo en la historia de la Grecia antigua fue el impulsado por Sócrates quien confió en la juventud como salida a las nuevas propuestas políticas o visiones ocurrentes sobre los problemas que aquejaban a los ciudadanos quienes merecían la oportunidad frente a los "adultos mayores gobernantes" de probar ellos mismos que eran capaces de discernir las acciones de estos.

En este siglo XXI quienes administran la educación deben tomar decisiones que no se posterguen, pues, de ello depende el crecimiento y mejora de la sociedad, una sociedad que no espera sólo una contención ocasional sino la toma de resoluciones que reflejen un compromiso para un proyecto de hombre, familia y país. En este sentido, no alcanzará sólo con los objetivos educativos diseñados. Se necesita un impulso tal que revolucione las mentes, provocando innovaciones y acciones de voluntad manifiesta.

Las temáticas que sobresalen son: el ejercicio del trabajo, la diferencia de género, la educación sexual, el proyecto de familia, el conocimiento científico, las creaciones y expresiones del hombre, la participación en el gobierno, el respeto por la Constitución Nacional y Provincial y la consideración sobre el medio ambiente y su reserva.

El impulso por la cultura del trabajo, la cortesía y el comportamiento de las personas, el cumplimiento por las normas constitucionales, el respeto por la vida desde la concepción, la obligación de los padres por el seguimiento de la conducta de sus hijos de por vida, la responsabilidad y el conocimiento o no de engendrar un hijo frente al hecho de una ocasional relación sexual y por consiguiente el establecimiento que implicaría la eventual formación de una familia y las necesidades que de estos factores indefectiblemente surgen, son de evidente gravitación. Las cuestiones como seguridad, salud, vivienda, instrucción, empleo y recreación siempre deberán evaluarse.

El desafío más decisivo y trascendente de cualquier política o estrategia ciudadana está en la educación ya que quienes administran y enseñan, deben demostrar su compromiso social y transferir sus resultados a la práctica diaria.

Si los gobiernos toman por cierto expresiones populares tales como "no puedo estudiar porque tengo que trabajar" o "si nuestro amor es tan grande, sigamos teniendo hijos y que el Estado los alimente" comprenderá que cualquier factor determinante para el desarrollo de una nación en el marco de una responsabilidad que propenda al despliegue de la voluntad, el trabajo, el sacrificio y el aprendizaje, caerá víctima de políticas frágiles, pues con una inmediata actuación o intervención no alcanzará para regular la igualdad de oportunidades para todos los sectores quienes requieren de un plan y seguimiento estratégico.

La clave y solución cierta y única a tal problemática, está en la educación. Nuestro sistema educativo no debe seguir la marcha del "rating" de la efímera "configuración social" o "prosperidad económica" construida en realidad para unos pocos, siendo el pueblo mero espectador de sus éxitos y mero observador con aplausos desde las estradas. Todo lo contrario, el pueblo merece orientación, un Norte donde ir y proyectar sus metas, y participarlo, es decisión de grandeza de sus responsables, de genuinas posibilidades tales como: acceso al conocimiento, participación en la creación de fuentes laborales genuinas y promoción factible de vida para lograr bienestar y expectativas de jubilación.

La igualdad de oportunidades lleva el germen de la igualdad de los hombres cualquiera sea su estado o necesidad. En ella residen los verdaderos desafíos de la educación. Si el estado facilita la promoción de fábricas, industrias, comercio, turismo, deporte y formación, uniformando responsabilidades sociales y políticas participará a todos los sectores no simplemente como benefactor sino como creador o promotor de recursos