En la foto, el autor de esta columna saluda al rey Juan Carlos en el palacio Real de Madrid.


Siempre recuerdo cuando don Juan de Borbón y Battenberg, conde de Barcelona, hijo de rey, padre de rey, jamás rey, me dijo en el puerto de Palma de Mallorca al disponerse a cruzar un pequeño puentecito para subir a su muy modesta embarcación "La Giralda", hoy perteneciente a la Armada Española: "¿Cómo veo hoy la monarquía española?, pues la imagen de la monarquía dependerá siempre del trabajo del rey. Sólo si el rey acierta, la monarquía acertará". Muy mayor, enfermo de cáncer a la sazón, no perdía claridad en sus pensamientos. Vivió la dolorosa experiencia de tener que ceder sus derechos dinásticos ante Francisco Franco, ya que el dictador le impidió en todo momento suceder legítimamente a Alfonso XIII, su padre. Pero Juan de Borbón sabía que nada iba hacer, ni hizo, para que se perdiera la restauración monárquica, ya entonces encarnada por su hijo, Juan Carlos de Borbón y Borbón. Franco creyó que, formando al entonces príncipe, de apenas 10 años, al llegar a España por primera vez, tendría asegurados hasta después de su muerte, los principios del llamado Movimiento Nacional que él había comandado desde la guerra civil que terminó con la república (1936-1939). Pero, por fortuna no fue así, a pesar de la promesa del inminente rey, ante un Franco moribundo en la cama de un centro de salud madrileño. Poco después, tras jurar como rey y jefe del Estado, Juan Carlos inició su proyecto de devolver a España la democracia perdida. La historia que sigue es bastante conocida. Desde Adolfo Suárez, primer presidente designado por el rey y primero elegido por los ciudadanos, hasta hoy, con Pedro Sánchez, séptimo mandatario, pasó un apasionante devenir de sucesos, marcados por el ejemplo internacional de una transición política ejemplar de la dictadura a la democracia. El ingreso de España a la comunidad de países europeos, en 1986, significó el "regreso a Europa", de la que había sido excluida políticamente, tras la Segunda Guerra Mundial, y antes aún, desde el inicio de la dictadura franquista. El papel del rey Juan Carlos, hoy emérito, y de la monarquía, sin ser jamás imprescindible en aquellos años de la década de 1970 y menos hoy, resultó el mayor aliado para la vuelta del país a la escena internacional, la recuperación del respeto de todos los pueblos del mundo, y la modernización y reparación económica y productiva del país. Cuando las instituciones políticas se afianzaron, y el país caminó solo, de la mano de sus representantes, con las dificultades típicas o mayores de la evolución misma del mundo, la vida privada del rey, como dirían en su propio país "se desmadró". Es decir, le sumó más protagonismo, en desmedro de su vínculo conyugal con la reina Sofía, hoy emérita, con quien contrajo matrimonio el lunes 14 de mayo de 1962. El romance furtivo más resonante de Juan Carlos tuvo lugar con una mujer empresaria, de buen pasar económico, divorciada y sin hijos, oriunda de Palma de Mallorca. La foto de esta atractiva dama llegó a ocupar, a mediados de la década de 1990, la portada de la revista conservadora "Época", con el título de "La amiga del Rey", rompiéndose desde entonces la "protección'' de hecho, que el periodismo cumplía sobre los miembros de la familia real. No obstante, no provocaron, hasta comienzos del siglo XXI, escándalos de ningún tipo. A sus escarceos amorosos, se añadieron noticias sobre su enriquecimiento vertiginoso, producto de sus buenas relaciones con empresas españolas e internacionales que acudían a Juan Carlos para favorecer posibles contratos con el Estado español, a través de sus gobiernos de turno. Y, últimamente, se sumó el escándalo por las investigaciones sobre el cobro de una posible comisión por haber intervenido para que Arabia Saudí encargara a un consorcio español la construcción de una vía férrea. Además, la aparición de cuentas bancarias en Suiza, de la mano de su ex amiga Corina Larsen, con quien había aparecido unos años antes fotografiada en una caza de elefantes. Estos son los principales motivos de los cuestionamientos al padre del actual rey Felipe VI desde sectores políticos especialmente. Lo que acaba de provocar su abandono de España como residencia, tal como el propio monarca se lo acaba de comunicar a su hijo y titular de la corona.

El autor de esta columna con el actual rey Felipe VI en un vuelo Madrid - Santiago de Chile. 

Los analistas especializados sostienen que su alejamiento de España es "un intento de quitar presión'' sobre Felipe VI. Y al mismo tiempo, evitar el deterioro de la monarquía, institución sobre la que nadie ha pedido formalmente en el Congreso su abolición, hasta el momento. 

Por Luis Eduardo Meglioli 
Periodista. Autor del libro "Vida de Reyes"
(Emporio Ediciones, Córdoba)