Portada de El Fausto, la gran obra literaria de Goethe.

El Fausto es una de las grandes obras de la literatura universal, escrita en la primera mitad del siglo XIX. Bien podría echar luz a nuestra realidad económica actual. El Doctor Fausto, protagonista de la obra, es un hombre de ciencias. El segundo personaje en orden de importancia es Mefistófeles, un enviado del Diablo. Invita a Fausto a salir de la monotonía de su vida, a disfrutar de los placeres que la ciencia no le ha podido brindar y así inician un viaje de aventuras. Fausto en algunos momentos cree estar en el camino de la felicidad que aún no ha logrado. En otros, advierte que las artes de Mefistófeles no se corresponden con la moral y las buenas costumbres. Pero la ambición de poder y los placeres son más fuertes que su aburrida moral. En una de sus anécdotas, llegan al palacio de un emperador, que está atravesando la peor crisis económica de la historia de su imperio. Allí se echaba de menos a un bufón, que se había ido del palacio. Mefistófeles, aprovechando la vacante, ocupa su lugar acompañado de la curiosa figura del Doctor Fausto. ¿Desde cuándo hay un nuevo bufón? Preguntó el emperador. Suponemos que desde que desapareció el que teníamos, alguien respondió, en medio de una tensa reunión, en la que se estaban tratando las penurias de las arcas imperiales. No hemos podido pagar el sueldo de los soldados, dijo el jefe del ejército. Ya no queda vino para los banquetes, acotó uno de los sirvientes. Y como si todo eso fuera poco, se celebraba la fiesta de carnaval, sin plata y sin vino. ¿Alguien tiene algo bueno para decir? Preguntó el emperador. Mefistófeles respondió: todo está muy bien. ¿Este de dónde salió? Lo único que nos faltaba, dijo el tesorero. Bueno, siguió el emperador, lo escuchemos, espero que no me haga perder tiempo. Usted es poderoso, dijo Mefistófeles, es dueño de todo el oro que hay bajo el suelo de este imperio. Eso es cierto, respondió el emperador. La ley me concede ese derecho. ¿Por qué se preocupa? Preguntó Mefistófeles. El emperador contestó: porque no estoy en condiciones de cavar. Le tengo la solución, agregó Mefistófeles. Vamos a imprimir un papel con su cara y con su firma. Diremos que representa el oro que usted dice que no puede extraer. Está bien. Cerró el emperador. Pero hoy es carnaval y no podemos impedir que la gente se divierta. Nos reuniremos después del miércoles de Ceniza, para analizar la solución que nos propone.

El mal tentó a Jesús en el desierto con 3 propuestas que generalmente acechan al pueblo de una nación débil. Calmar su hambre, divertirse y por último la totalidad del poder. Se dice que cuando los billetes se imprimen con esta última finalidad es porque Mefistófeles está asesorando a la corte…

Comenzada la cuaresma se reunieron todos nuevamente con el emperador que preguntó ¿Qué hay de nuevo? Los soldados cobraron sus sueldos, dijo el jefe del ejército. El paje le ha comprado joyas a su amada, el chambelán ha vuelto a beber vino caro, agregó el canciller. El carnicero y el panadero reciben los papeles con agrado. Terminó el tesorero. ¿Papeles? ¡Yo firmé uno solo! Se inquietó el emperador. Circulan por la ciudad cientos de miles con toda velocidad y es imposible detenerlos. Intervino el canciller. Entonces estamos frente a un fraude, dijo el emperador que aún alojaba en su mente, aunque por poco tiempo, la idea de justicia. ¿Quiénes han sido los autores? Prosiguió. Fue entonces que todos inclinaron sus cabezas hacia Mefistófeles y Fausto. ¡Con que ustedes dos! Gritó el emperador. No podemos negar que han traído la solución. Estoy de acuerdo con el nuevo bufón, dijo el tesorero, haciendo gala de una gran capacidad de adaptación. Mefistófeles había logrado de modo sutil, inclinar la conciencia del emperador por el camino fácil, a espaldas de un pueblo sometido y anestesiado por la diversión que encubría empobrecimiento y brutalidad. El papa emérito Benedicto XVI, en su libro Jesús de Nazaret, recuerda el pasaje de la Biblia, en el que el espíritu del mal tentó a Jesús en el desierto con tres propuestas que generalmente acechan al pueblo de una nación débil. Primero le ofrece calmar su hambre, luego le propone divertirse y finalmente le ofrece la totalidad del poder. Cuando los billetes se imprimen con esta última finalidad es porque Mefistófeles está asesorando a la corte, según el profético pensamiento de Johann Wolfgang von Goethe.

 

Por Alberto Darío Escales
albertoescales@hotmail.com