Los arquetipos son la forma que le es dada a algunas experiencias y recuerdos de nuestros primeros antepasados, según Jung. Esto implica que no nos desarrollamos de manera aislada al resto de la sociedad, sino que el contexto cultural nos influye en lo más íntimo. Nos transmite esquemas de pensamiento y de experimentación de la realidad que son heredados. Sin embargo, más allá de centrar la mirada en el inconsciente nuestro como una composición de aspectos individuales y colectivos, teoría postulada por Jung, centraremos la mirada en el individuo mismo, pues, los datos que nos da la humanidad del sujeto no difieren sustancialmente a los del hombre de hoy. Nuestro arquetipo ancestral prototipo no acumularía experiencias de nuestro inconsciente colectivo, sino que la misma estructura humana y mórfica del sujeto ya trae en sí, el germen mismo de experiencias pasadas propias del hombre. Sin ser de la prehistoria aparecería como tal, desde civilizaciones remotas que soportaron cataclismos y destrucciones, casi llegando hasta su aniquilación. De esta manera, la más cercana la encontraríamos en los atlantes o habitantes de la Atlántida y anteriormente los lémures o habitantes de Lemuria. Con ello nos remontamos al hombre de hace 11.000 años o bien de 75.000 años antes de Cristo, respectivamente.

Nuestra tesis es de que en el lapso de casi 4.000.000 de años, otros grupos humanos habitaron la tierra. Estos conformarían el espacio medio de hombres que habitaron en civilizaciones tan avanzadas como la nuestra o aún más. 

De igual manera podríamos remitirnos a civilizaciones de más de 100.000 años sin por ello apelar a criterios que limiten la existencia del hombre. Sólo a las legendarias civilizaciones, reconociendo desde ya, que investigaciones antropológicas datan de vestigios humanos de unos 4.500.000 años. 


El primer caso de Lucy es el conjunto de fragmentos óseos pertenecientes al esqueleto de un homínido de la especie "Australopithecus afarensis", de 3,2 a 3,5 millones de años de antigüedad. Fue descubierto por el estadounidense Donald Johanson, el 24 de noviembre de 1974, a 159 km de Adís Abeba, Etiopía. Y el segundo más remoto, "Ardi", ocupa desde hoy el lugar del más antiguo ancestro del linaje humano: habría vivido hace nada menos que 4,4 millones de años. 


Josep Corbella escribe que no eran ni "neandertales" ni "Homo sapiens", aunque coexistieron con ambas especies, y con los "Homo sapiens" incluso se aparearon. Sus descubridores les llaman los "denisovanos", en referencia a la cueva de Denisova, en Siberia, donde se han descubierto sus restos.


El análisis del genoma de la falange, presentado en la revista científica Nature, revela que el linaje de los "denisovanos" se separó del de los "neandertales" hace unos 640.000 años. El último ancestro común con los "Homo sapiens", se remonta a hace más de 800.000 años. Por lo tanto, los "denisovanos" estaban emparentados con los "neandertales" que con los "Homo sapiens".


Nuestra tesis es de que en el lapso de casi 4.000.000 de años, otros grupos humanos habitaron la tierra. Estos conformarían el espacio medio de hombres que habitaron en civilizaciones tan avanzadas como la nuestra o aún más. Este espacios o margen debe considerarse como de despliegue de la raza humana al que he llamado "mercurianos" por ser estos los que estarían más cerca de una luz y de los cuales, por su cercanía, hubiesen sido absolutamente desaparecidos o desintegrados.