Libros en los que los personajes tienen amplia libertad.


El escritor algunas veces deja en libertad a sus personajes, lo ubica en tiempos diferentes, variando el relato lineal. Otras veces los presenta en la acción donde predomina el subjetivismo.


Sarmiento en su obra Facundo, muestra fuerza combativa, energía creadora, urgencia en la expresión para referirse a su personaje. La adjetivación y las enumeraciones otorgan dimensión dinámica a su libro de conexión vital con la historia.


Horacio Quiroga sitúa sus personajes en el ámbito misionero y en sus cuentos de Más allá, refleja el interés por lo fantástico. El mundo real se enriquece con la presencia de lo inexplicable. Aparecen en sus obras personajes extraídos de una amplia galería de la región de frontera. Los Cuentos de la selva de Horacio Quiroga tienen como protagonistas los animales, con reflexiones morales. Recordemos también a Platero, el tierno personaje de Juan Ramón Jiménez.


Ricardo Güiraldes creó Don Segundo Sombra, mito que reúne las virtudes esenciales del gaucho con pinturas de la pampa. Las descripciones a veces logran quebrar el ritmo y obtener suspenso.


José Hernández en sus personajes de Martín Fierro, interpretó los distintos modos de sentir y de pensar de los gauchos. Compuso un cuadro de sicologías individuales que respondieron a su conocimiento del hombre de campo.


Siempre el escritor es omnisciente de la historia. Conoce el pasado y el futuro de su personaje. Percibimos la presencia del autor a través del estilo, del tono, de la elección de temas.


Jorge Luis Borges en El hombre de la esquina rosada nos presentó a Rosendo Juárez en un ámbito de violencia rural. El misterio aumenta el interés de la intriga. Mediante un proceso de revelaciones graduales, narrador y lector parecen estar descubriendo juntos el desenlace. Borges supo poner el vocabulario adecuado en boca de sus personajes: finado, burdel, jeta, mentas, biaba.


Muchas veces el escritor se insinúa como observador-narrador.


Rafael Obligado evocó al payador Santos Vega en versos octosílabos, en forma de alegoría en que el progreso anuncia el derrumbe de otra época: "Ni aun cenizas en el suelo/ de Santos Vega quedaron,/ y los años dispersaron/ los testigos de aquel duelo;/ pero un viejo y noble abuelo/ así el cuento terminó:/ Y si cantando murió/ aquel que vivió cantando/ fue, decía suspirando/ porque el diablo lo venció.""


Ernest Hemingway en El viejo y el mar, ubicó su personaje en el nunca revelado misterio del mar y sus confines como fueron Neptuno, Poseidón, Tritón. El célebre Homero enmarcó sus obras en las turbulencias del Egeo. Similar escenario encontramos en Relato de un náufrago de Gabriel García Márquez.


El escritor recrea hechos imaginarios o reales, acicateado por la inspiración. La metáfora da al texto un nuevo giro, hace vívida la prosa, y logra que el lector se deleite con el placer de leer.



Por Fanny Escolar de Siere

Profesora en Letras.