La hija autómata de Descartes.


Para los niños, la máquina que imita al ser humano con movimientos animados constituye un motivo de misterio y creatividad. Por ello el aporte en el tiempo de estas invenciones han sido motivo de avances para los cuentos que asumen el carácter vital. Históricamente los primeros autómatas se remontan a la prehistoria, cuando las estatuas de algunos dioses o reyes despedían fuego de los ojos, como era el caso de una estatua de Osiris. Otras tenían brazos mecánicos operados por los sacerdotes del templo, y otras, como la de Memon, de Etiopía, emitían sonidos cuando los rayos del sol las iluminaba, y así infundían temor y respeto a quien las contemplara. Esta finalidad religiosa de los autómatas continuó hasta la Grecia clásica, en la que se hicieron estatuas que se movían con energía hidráulica. Esos nuevos conocimientos quedan plasmados en el primer libro sobre la figura de los robots Autómata, escrito por Herón de Alejandría (10 d. C.-70 d. C.) donde se explica la creación de mecanismos, muchos basados en los principios de Filón o Arquímedes, realizados como entretenimiento y que imitaban el movimiento, como el de aves que gorjeaban, volaban y bebían, estatuas que servían vino o puertas automáticas, todos producidos por el movimiento del agua, la gravedad o por sistemas de palancas. También cabe destacar su "The automaton theatre'' sobre su teatro de marionetas mecánicas que representaban la "Guerra de Troya''.


Aunque Heron es el primero en recopilar datos sobre los autómatas, otros anteriores a él realizaron sus aportes como es el caso de Archytas (428 a. C.-347 a. C.) inventor del tornillo y la polea y famoso por su paloma mecánica capaz de volar gracias a vapor de aire en propulsión. O el terrible sistema descrito por Polibio (200 a. C.-118 a. C.) y utilizado por Nabis, tirano de Esparta, que consistía en un artilugio con forma de mujer con clavos en su pecho y brazos y que abrazaba mortalmente a todo aquel que incumplía sus pagos. Y otros aún más antiguos, pero de más difícil autentificación, como el mítico Trono de Salomón, descrito en la Biblia y otros textos árabes como un árbol de bronce con pájaros cantores, leones y grifos mecánicos. Uno de los más famosos casos de creación de un autómata humano es la historia de René Descartes (1596-1650) y su hija autómata. Una de las principales ideas cartesianas era la consideración de todos los animales como complejos autómatas, seres privados de todo estado mental, que sólo actuaban por supervivencia. Pero cuentan que tras la muerte de su hija ilegítima Francine, de cinco años de edad, se sintió tan deprimido que se propuso construir una muñeca autómata lo más parecida a la fallecida uniéndose tanto a aquella figura que según describen la trataba como "mi hija Francine''. Su inseparable unión hizo que la llevara de viaje cruzando el mar de Holanda. La tenía guardada en un cofre dentro de su camarote. El capitán del barco, intrigado por su contenido, consiguió entrar en el camarote y abrir el cofre. Cuál fue su espanto al comprobar que aquella muñeca se levantaba y movía. El capitán, horrorizado, la tiró por la borda. Entonces Descartes, que solía destacarse por su mal humor, mató al capitán y lo tiró por la borda, al igual que había hecho con la muñeca.

Por Mario Daniel Correa D'Amico
Filósofo y pedagogo, profesional de la educación con doctorado y especialización en el Área.