El comportamiento de la economía es el factor más sensible en la marcha de la política, y como tal respondió luego de conocerse los resultados de las recientes elecciones legislativas. Los mercados reaccionaron favorablemente con cifras fortalecidas por la derrota del oficialismo.
Al día siguiente de los comicios, los mercados financieros tuvieron una jornada serena, con un alza bursátil del 0,58%, una mejora de los títulos públicos argentinos y una apreciación ligera del peso, claras señales de los inversores a la espera de un replanteo de la política económica. El balde de agua fría cayó horas más tarde, cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner minimizó la derrota y, afirmó categóricamente que no modificará el rumbo del "modelo" gubernamental.
Cabe preguntarse qué hubiese ocurrido con el modelo si triunfaba lo que se presentó al electorado como una suerte de plebiscito para profundizar ese estilo de gobierno, defendido con énfasis durante la campaña como una cuestión de vida o muerte, donde no cabían otras alternativas.
Si bien nuestro país creció durante seis años a tasas cercanas al 9% anual, desde que Néstor Kirchner asumió la Presidencia y luego con su esposa, gracias al favorable contexto internacional, la curva se frenó en 2008, al impactar la crisis mundial, agravada por el conflicto con el campo. Ahora los analistas independientes no dudan en señalar el estancamiento de la economía, a pesar de las cuestionadas cifras del Indec defendidas por la presidenta.
Evidentemente no parece existir ninguna expectativa de cambio en la orientación del Gobierno, aunque sin el peso que tenía hasta antes del 28 de junio, es improbable que intente profundizar las medidas intervencionistas, como las sospechadas de probable nacionalización de la banca, socializar los medios de producción, o el férreo control de las operaciones cambiarias para frenar el drenaje de divisas.
Las actuales circunstancias pueden empujar al Gobierno nacional a sincerar los índices, a reducir el excesivo gasto público, cesar en las conductas dirigistas, replantear la política fiscal y consensuar una mejor distribución de los fondos de coparticipación federal, entre otros reclamos.
Son las voces de las urnas, que se escucharon con claridad y firmeza, para que el Congreso las interprete cabalmente.

