Fidel Pintos, artista de extensa trayectoria en el medio nacional.

En los medios públicos la gente suele opinar de todo aunque ignore el tema; pareciera que no puede decir "no sé", ante una pregunta del notero o periodista y se larga con un relato al mejor estilo de un conferencista. 


Esto no sólo puede provenir de gente simple, sino también de profesionales, que por serlo disfrutan de razonable credibilidad, pero muchas veces opinan en forma inexacta. Como abogado, uno lo advierte en temas jurídicos. Imagino lo mismo debe ocurrir a otras profesiones cuando se habla públicamente en forma errónea e irresponsable de cuestiones propias de sus disciplinas. 


En tiempos del Covid, el mundo coincide en que se trata de un virus absolutamente desconocido cuyos comportamientos son impredecibles. Sin embargo, en tema tan sensible y peligroso hay profesionales que vierten infinidad de opiniones que al poco tiempo desvirtúan, o arriesgan pronósticos que no se cumplen. Y, lo que es igualmente malo, suelen crear un clima de pánico que también enferma a la gente o la desalienta a hacerse atender, en lugar de contenerla, principal objetivo de un profesional, sea buena o mala la noticia.


De más está decir que igual ostentación proviene de periodistas que -uno se da cuenta- improvisan en temas que no conocen e informan de modo vago o erróneo. Es doloroso decir que desde muchos medios públicos nacionales el país se expresa como lamentablemente es: un país de lenguas demasiado largas y livianas. En el léxico popular a este exceso verbal le llaman sanata. 


Hubo un personaje entrañable que, desde el sano humor, hizo de esta práctica una pintura ciudadana magistral que la desnudaba con fina gracia y sin usar palabras soeces. Me refiero al gran Fidel Pintos, artista de extensa trayectoria, que creó un extraordinario personaje en el programa de Sofovich "Polémica en el Bar". Un comentario de Internet lo describe de cuerpo entero: "...su capacidad para la sanata adquirió ribetes de leyenda; entre susurros, frases entrecortadas e inentendibles y palabras grandilocuentes, Fidel podía acreditarse, con tono catedrático, haber descubierto a Guillermo Vilas, a Monzón o haber tenido sentada en la falda a Sofía Loren...". 


La charlatanería, salvo la que deleitaba con el talento artístico de Fidel Pintos, es uno de los defectos argentinos. Da la impresión que, ante una pregunta periodística, el interpelado algo debe decir u opinar como si tuviera autoridad para hacerlo. Un país de tantos opinólogos -llevado el tema a la política- se va forjando sobre el andamiaje de juicios vagos o falsos y promesas que no se cumplen. Y así, desde una construcción social endeble y argumentalmente insostenible, los argentinos sufrimos -junto a quienes dicen la verdad- el resplandor sonoro de espejitos de colores de iluminados que se fundan en propuestas vacías pero tentadoras. Nuestro desafío es estar atentos y tener una actitud de sana crítica para saber distinguir la verdad de la sanata. 

Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete.