La educación a partir del siglo XXI, en este tercer milenio, se inscribe en un nuevo paradigma que hemos diseñado y designamos como, ‘el pueblo es actor de la enseñanza’. Este nuevo paradigma se sustenta en las prácticas pedagógicas del ejercicio profesional del profesor de curso y carrera especializado en los profesorados creados con tal finalidad. De esta manera se ha diferenciado notablemente del docente común, es decir, de cualquier persona que enseña y de alguna manera se ha incorporado al Sistema Educativo de nuestro país.
Con las prácticas pedagógicas propias del ejercicio especializado de su profesión, el profesor, titulado como tal, se ha diferenciado de cualquier docente y/o instructor, que aporta al sistema de enseñanza nacional pero que no es profesional de la Pedagogía, ya sea que fuese técnico, idóneo de otra profesión liberal o incluso perteneciente a las Ciencias de la Educación.
La formación epistemológica que ha adquirido el profesor en sus cuatro o cinco años académicos lo ha independizado en los grados del saber y por ende lo ha jerarquizado en orden a los mismos en su especialización. En este nuevo paradigma educativo en el que ‘el pueblo es actor de la enseñanza’, el profesor amplió su campo profesional y lo extendió desde la Comunidad Educativa hacia la Comunidad Social, revistiéndolo de un carácter especifico como educador en el marco social convirtiéndolo en un verdadero ‘actor de la enseñanza’ y que está en la educación parasistemática. Restará ahora que las autoridades educativas nacionales y provinciales asignen al profesor un nuevo puntaje ya no sólo el correspondiente al escalafón de los Estatutos Docentes sino el correspondiente al pago diferenciado del sueldo, aunque ejerza su labor en relación de dependencia.
Por otra parte, el profesor podrá colegiarse y constituirse en su propio Consejo Profesional de pedagogos como ya figura en otros países del mundo. No se pueden equiparar los emolumentos que cualquier docente tiene al momento de desempeñar un cargo con el del profesional correspondiente a la enseñanza. Además recordemos que cualquier técnico o profesional que se desempeña en la docencia no puede tener el mismo sueldo que el profesor, porque ya está nucleado por su ejercicio profesional en Colegios creados para tal fin. Recordemos que todo el que enseña es docente, pero no todos los docentes son profesores.
El filósofo y científico estadounidense Thomas Kuhn fue el encargado de actualizar el término de paradigma y darle el significado contemporáneo, al adaptarlo para referirse al conjunto de prácticas que definen una disciplina científica durante un período específico de tiempo. Cuando un paradigma ya no puede satisfacer las necesidades de una ciencia (por ejemplo, ante nuevos descubrimientos que invalidan conocimientos previos), es sucedido por otro. Se puede afirmar que un cambio de paradigma es algo traumático para la sociedad e incluso para la ciencia, ya que ésta aparece como estable y madura, sin embargo, desde mi punto de vista, un paradigma educativo es o tiene el marco determinante desde el cual se puede analizar el contexto educativo, comprenderlo, interpretarlo e intervenir sobre él aportando así propias reflexiones e ideas para poder hacer frente a las distintas problemáticas educativas y para el presente caso a las competencias profesionales e incumbencia de títulos alcanzados. Alguien ha sostenido ambiguamente pero con alto grado de certeza, ‘zapatero a sus zapatos’.
Por lo tanto, ¿qué se está haciendo en las aulas?, ¿cómo justificamos las actividades de enseñanza?, ¿de verdad se está respondiendo a las necesidades actuales de los alumnos?… y finalmente: ¿quiénes están frente a ellos? Ya no se puede sostener que abogados, arquitectos, ingenieros, contadores, licenciados, técnicos, médicos, personal de las fuerzas armadas, etc., sean profesores denominados exactamente igual que los mismos profesores recibidos en los profesorados y ostenten el mismo sueldo en un cargo cuando están habilitados para otras profesiones, e incluso no se dedican a éstas. El Ministerio de Educación de la Nación y las provincias tendrán que determinar urgente sobre este tema y las universidades de nuestro país, que incluso dictan ‘profesorados para la docencia a profesionales con dos años’, también deberán cambiar el rumbo.