Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: «¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?» El les respondió: «¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?» Ellos dijeron: «Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella» Entonces Jesús les respondió: «Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido» (Mc 10,2-16).


El evangelio de hoy propone con argumentos claros el proyecto original de Dios y el vínculo consiguiente de fidelidad recíproca entre el hombre y la mujer.  Más allá del lenguaje imaginario, el relato bíblico que encontramos en las primeras páginas del libro del Génesis (cf. 2,18-24) nos enseña que el hombre y la mujer tienen el mismo origen, naturaleza, y por lo tanto, la misma dignidad y la complementariedad de ambos.  Así se explica la atracción y la unión profunda que se establece entre los dos: “Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”.  Hombre y mujer son “parientes”, tal como resulta del juego de palabras hebreas “ish” e “isha”, que se podría traducir como “varón” y “varona”.  De ahí que Adán pueda “piropear” a la mujer y decirle: “Esta sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos”. Esta es una afirmación revolucionaria respecto a la mentalidad de esos tiempos, que consideraba a la mujer en estado inferior respecto al hombre.  Pero hay una segunda afirmación, que se deriva de la anterior, no menos rica de novedad y consecuencias: el hombre y la mujer se encuentran para salir de la soledad.  “No es bueno que el hombre esté solo”: el hombre no se realiza en la soledad.  Dios ve al hombre solo y decide crearle una ayuda (en hebreo: “ezer”). Pero se trata de una ayuda “adecuada o que le corresponda” (en hebreo: “ke-negdo”).  Siguiendo el escrito original en hebreo, Dios dijo: “voy a hacerle una aliada que sea su homóloga”.  Se trata de una aliada en la que pueda mirarla a los ojos y de frente.  Hasta ahora el hombre había podido mirar hacia lo alto: la trascendencia; hacia abajo: los animales; pero no había encontrado la ayuda adecuada.  Ahora Dios le crea un ser a la que pueda mirarla, y descubrir en esa mirada el lenguaje del amor, como decía el poeta francés Blas Pascal. Ahora puede exclamar: “No es que te amo porque te necesito, sino que te necesito porque te amo”.  

 


En el tiempo de Jesús, era admitido el divorcio, sobre la base de un texto del Deuteronomio 24,1: “Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa”. Sobre la exacta interpretación de esas palabras, las principales escuelas teológicas se mostraban divergentes.  La escuela rabínica de Shammai interpretaba la concesión en sentido restrictivo y en la práctica admitía el divorcio sólo en caso de adulterio.  En cambio, la escuela de Hillel interpretaba la cláusula en modo amplio y añadía al texto bíblico, que el hombre podía divorciarse de la mujer, “por cualquier motivo que le disgustara de ella”.  Por tanto, la teología de aquel tiempo admitía el divorcio, aunque se discutía sobre las condiciones.  Alguien piensa en provocar a Jesús, y por eso le presenta si es lícito el divorcio.  Como siempre, el Maestro no se pregunta cómo es interpretado el texto en el que se presenta a Moisés autorizando a redactar una declaración de divorcio, sino cuál era la intención fundamental y originaria de Dios, que aparece en el Génesis al crear al hombre y a la mujer, más allá de cualquier casuística.

 
Dos personas infieles formarán una familia infiel.  Dos personas vacías y frívolas formarán una familia mediocre.  Pero no se pida que la familia se adapte al egoísmo de las personas.  Son en cambio las personas las que deben “convertirse” a la grandeza y al compromiso de la familia tal cual la pensó Dios desde el inicio.  La propuesta de Jesús es la de volver al origen para partir desde allí con humildad y paciencia.  Hoy parecen ser dos virtudes extrañas.  Alguien se preguntará, ¿pero esto es heroísmo? Si.  La vida, tarde o temprano nos pide respuestas heroicas.  La lógica del egoísmo que da frutos amargos.  A no olvidarlo: esta lógica es la causa de las crisis familiares.  Eliminemos la causa y salvaremos la familia.  Salvando a la familia salvaremos la alegría de tantos hijos.