Elecciones legislativas en el 2017. Para Olivera, poder votar debe causar alegría, porque significa que nos consultan para decidir. 

Reguladas desde hace poco en nuestro país y con poco prestigio por la aversión histórica que tenemos a la competencia en cualquier ámbito que no sea el fútbol, hoy se están realizando y con bastante éxito, otras elecciones primarias. Muchos les siguen llamando incorrectamente ‘internas‘, que era lo que había antes, es decir, selección de candidatos pero siempre dentro de cada partido y sujeta sólo a la opinión de los afiliados. Desde el punto de vista práctico es cierto que no había demasiada diferencia dado que nuestros partidos políticos eran de los más numerosos del mundo y, sumando sus padrones, eran casi idénticos al padrón total. Los dirigentes medían su poder interno de acuerdo no a su inteligencia ni a sus ideas innovadoras ni al liderazgo sino a la cantidad de ‘fichas‘ conseguidas. La ficha de afiliación era como un capital puesto en un banco, el que tenía más fichas era el dueño del partido. Una pelea famosa entre dirigentes radicales en la década del ’50 del siglo pasado, fue cuando se dividieron dos facciones y una de ellas se intentó llevar los ficheros.

Dicho sea de paso, el combate de box fue ganado por ‘el gallinero‘ Palacios, padre de la esposa de José Luis Gioja. Con los ficheros se acreditaría el peso interno. Esa época terminó y no volverá, cada vez es más difícil conseguir que una persona se comprometa a formar parte estable de una agrupación política y se ha debido ir reduciendo las cantidades mínimas para participar en elecciones generales. En USA la gente se anota para votar en cada elección, las participaciones son voluntarias, los partidos tienen estructuras mínimas y a veces ni siquiera sedes permanentes, prevalecen las personas por sobre las estructuras y se junta fondos por internet y así. Entre nosotros está prevaleciendo la conducta de pasar como si nada de un partido a otro, algo muy mal visto en el pasado y a lo que se descalificaba con el nombre de ‘tránsfuga‘. Sin ir más lejos, Roberto Basualdo fue vicepresidente de Gioja en el PJ y Turcumán, candidato a gobernador por el PRO. La filosofía que anima a las primarias es muy sencilla: se permite que el ciudadano común, no afiliado a fuerza alguna, elija a quienes le gustarían como dirigentes. Una analogía simpática es la que dice que con las primarias se permite ‘cortar la fruta directo del árbol antes que tener que llevarse sólo las que elige el frutero‘, que a veces te manda algunas naranjas buenas y otras no tanto. Ahora, este sistema funciona siempre que haya más que una fruta para elegir y carece de sentido si hay un solo candidato. Es por eso que los que no tienen más que un candidato hacen campaña igual que los otros para evitar que la competencia ajena atraiga a más interesados en participar de la primaria y, al sumar todas las listas se de la sensación de que triunfó determinado partido. En algunos casos resulta incómodo tener un mismo padrino de más arriba, como pasa con intendentes que se apoyan en un mismo candidato a gobernador. Es bueno que se ofrezcan al electorado pero no tan bueno que se guarezcan bajo la sombra de otro. Se supone que la primaria está para resaltar las virtudes propias y no las de un tercero, aunque la tentación es grande porque se ahorra esfuerzos. Pero lo bueno es que haya suficiente oferta para poder elegir. Otra cosa buena es que ha bajado notoriamente el promedio de edad de los que se proponen. Ya es hora de que los de más de 40 y menos de 50 se hagan cargo de tomar decisiones y de que no repitan métodos del pasado.

Lamentable es que los métodos modernos son, en algunos casos, peores que los antiguos. La difamación ahora es anónima y la tecnología de comunicaciones permite que se divulgue a la velocidad de la luz. El papa Francisco ha calificado a estas prácticas de ‘terroristas‘ y, si bien puede ser inconveniente asimilar el teclado de una máquina a una AK-47 o una bomba, no le escapa a la dimensión y las consecuencias de estos actos cometidos en las sombras de internet. Los que cargamos algunos años y conocemos las penurias morales pasadas en las dictaduras o el desprecio a la vida de las ‘revoluciones guerrilleras‘, las razzias, los atentados, la censura y otros males, somos más tenues en la crítica a dirigentes que cometen errores. Todo error puede enmendarse, la restricción de la libertad no es un error, el ejercicio de la violencia tampoco. Poder votar debe causar alegría, saber que nos consultan para decidir. Es necesario recordarlo cuando la mayoría de los votantes de hoy no conocen otra cosa que la democracia con participación periódica. El sistema, con sus defectos, es un capital social que debe cuidarse y defenderse hasta con la vida, como lo pide la Constitución.