El modo como se ha llevado adelante el ejercicio de la política en nuestro país, ha originado que la ciudadanía viva un alto grado de apatía e incredulidad frente a esa dimensión de la vida democrática.
La salida que muchos encontraron frente a esta cuestión problemática ha pasado por dos alternativas: una campaña negativa o la comunicación a través de las emociones. Las dos estrategias tienen la ventaja de ser medidas que aportan rating en los medios de comunicación, pero que simplifican la discusión y hacen que el electorado debata sobre personas y no respecto a ideas. Las campañas negativas y la personalización de la política serán las principales estrategias a las que acudirán las principales fuerzas políticas argentinas de cara a las elecciones legislativas del 28 de junio.
Es lo que se observa en la provincia de Buenos Aires, donde desde hace algunos meses un empresario como Francisco de Narváez, ha gastado ya 4,4 millones de pesos en la vía pública en carteles, en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires. Por medio de una campaña de gigantografías y de spots televisivos, habla de sí mismo y del principal problema de los bonaerenses: la inseguridad.
Recientemente, el oficialismo encontró en Nacha Guevara la posibilidad de reencarnar a Eva Perón en el imaginario colectivo de los votantes peronistas tradicionales, y hasta se especuló con incluir en alguna lista por la Ciudad de Buenos Aires a la actriz de telenovelas Andrea del Boca. Y, aunque desde el radicalismo se lo niegue, la presentación mediática de Ricardo Alfonsín no puede menos que recrear en muchos ciudadanos el recuerdo de su padre. Como si esto no fuera suficiente, en Capital Federal, el macrismo parece haberse visto forzado a recurrir a sacar a Gabriela Michetti de la vicejefatura de gobierno dos años antes de que terminara su mandato popular, con el fin de tener una figura conocida y mediática al frente de la lista de candidatos a diputado nacional. Pero el colmo de la personalización de la política llegó de mano de las llamadas candidaturas testimoniales, que son ficticias. El otro aspecto de la campaña tiene que ver con los supuestos aspectos negativos del adversario. De este modo, se apela a argumentos impropios de una campaña electoral.
Pareciera que lo central es hoy buscar diferenciarse del contrario, recurriendo a golpes de efecto y a la personalización de la campaña, pero las propuestas no aparecen y la duda que surge es si llegarán antes del momento de votar.