El Valle de Tulum es el área geográfica en la que se asienta la mayor parte de la población de San Juan y, por lo tanto, merece el mayor cuidado urbanístico.

San Juan crece demográficamente a un ritmo muy superior a su capacidad de generar alimentos. Capacidad en un desierto, estrechamente vinculada al manejo de su recurso hídrico.


Su centro urbano se ha generado sobre la red de riego y drenaje, avanzando sobre el oasis cultivable del que, según datos del último Censo Nacional Agropecuario, hoy está conformado por unas 57 mil hectáreas cultivadas bajo riego.


Nos falta ordenamiento territorial o conjunto de acciones transversales del Estado conducentes a lograr una ocupación ordenada y un uso sostenible del territorio, que posibilite a la provincia y, especialmente, al Valle de Tulum evitar el seguir perdiendo hectáreas cultivables teniendo en cuenta que estas no se pueden recuperar nunca más. Cabe entender que el desafío es mantener y mejorar la calidad de vida de la población, mediante la integración social en el territorio y procurar el buen uso y aprovechamiento de los recursos naturales y culturales. 


Actualmente nuestra provincia no tiene una ley de ordenación territorial. Se limita al código de zonificación urbana, que al no tener peso de ley, es modificado y actualizado constantemente, detrás del crecimiento urbano. De esta situación se desprenden algunos errores urbanísticos que una vez que se cometen son muy difíciles de solucionar y que suelen ocasionar incomunicación o dificultades para el traslado de las personas.


Es decir, no hay conciencia en la mente del colectivo social, de la necesidad de contar un instrumento legal y una política pública consensuada, ejecutada y controlada sobre el territorio en general y en particular sobre el oasis del Tulum, que por su condición de estar inmerso en el desierto, es muy limitada su capacidad productiva.


Actualmente este oasis hoy se ve caracterizado con focos de presión interna y la externa. Hay una demanda habitacional mayor y las políticas habitacionales siguen siendo orientadas a la expansión urbana y no la densificación urbana. 


Esto no solo trae la pérdida de unidades productivas agrícolas donde hoy se puede distribuir eficientemente el agua para riego expulsando el agro hacia los bordes de la ciudad, sino que también, es perjudicial para la propia ciudad, al producirse una dispersión de servicios.


Desde lo externo, y aún no analizado científicamente, pero si con evidencia empírica en los hechos, puede observarse la desertificación provocada por cuestiones netamente climática por un lado y por otro la consecuente del abandono de las unidades productivas de le periferia urbana, ya sea por cuestiones macroeconómicas, o bien de convivencia urbano-rural.


Así, el crecimiento desordenado de la ciudad genera dispersión espacial y consecuencia de ello se produce es necesario abastecer nuevas áreas de servicio como luz, agua y transporte público, cloacas, entre otros, en lugar de densificar la ciudad y que la población se instale en lugares donde ya está el servicio. En términos generales, una ciudad dispersa es mucho más costosa y menos saludable que una ciudad compacta. Urge entonces lograr la planificación territorial de San Juan.

Por Renzo C. Gómez
Profesorado de Geografía de la UNSJ
y Agente de Propaganda Médica