Por el Dr. Mario Luna y el Prof. Fabián Núñez (*)

Todo país debe cumplir una serie de condiciones primarias previas para comenzar a resolver en términos positivos el funcionamiento de su sistema económico-social que le permita resolver las prestaciones que le demandan las insuficiencias que imponen las necesidades de la vida individual y colectiva.


Ese conjunto de condiciones funcionan como un prius lógico y efectivo, ya que condicionan de modo fundamental el sistema interno de la economía patria. Sin una relación económica de los términos del intercambio resistible con la economía-mundo, la economía nacional se vería en serios peligros para perfilar una sostenibilidad elemental.


Los ingredientes internacionales de una economía nacional son, por ejemplo, la paridad comercial o el superávit comercial de las cuentas externas aunque sea en un grado mínimo ese superávit, a partir de las diferencias de valor a favor o en contra, que se registran entre las magnitudes que se venden y las magnitudes que se compran a la economía-mundo.


Si una economía nacional no tiene paridad ni superávit mínimo con la economía-mundo, se produce un déficit de divisas internacionales que le traban inmediatamente su economía nacional, porque no puede adquirir lo que no produce a la economía-mundo, para de ese modo poder seguir proporcionando los bienes de capital o finales que necesita importar.


En el peor escenario de unas cuentas externas en déficit los países pueden recurrir al crédito o empréstito externo para disponer de las divisas necesarias que satisfagan la insuficiencia de aquellos bienes que de hecho no puede comprar con su moneda nacional, pues, la economía-mundo se mueve con divisas de aceptación internacional.


Pero recortar, neutralizar y/o superar la carencia de las divisas de aceptación universal no puede basarse en un mecanismo permanente de endeudamiento porque el destino de esa economía será más temprano que tarde el de la insolvencia.


Por eso es que la relación de la deuda con el PBI debe ser la menor posible. Porque si incurre en un desequilibrio fundamental, esa economía nacional estaría condenada a recurrir al mecanismo del endeudamiento externo en condiciones de máxima debilidad pues, ya no produce recursos propios excedentes.


Es sumamente inquietante que el préstamo del FMI haya drenado hacia el pago de intereses de deuda y la fuga de divisas, sin haber fortalecido las reservas del país, o, para mejorar los términos del intercambio con la economía-mundo. En ese sentido son preocupantes las siguientes cifras publicadas por la UMET de los últimos 40 meses, que condicionan el curso de la economía nacional: Ellas son: 1) remisión al exterior de utilidades, dividendos y otras rentas U$S 6.875 millones; 2) resultado del intercambio de turismo U$S 24.033 millones más de los que entraron; y 3) pago neto de intereses de la deuda externa U$S 34.020 millones; y 4) Por la Formación de Activos Externos (fuga de divisas), U$S 68.385 millones. Como el valor general es de U$S 133.313 millones, se colige que el préstamo del FMI se ha ido sin fortalecer la capacidad de repago de las obligaciones internacionales, y ni siquiera ha servido para acuñarlo para que sirva como un poder de fuego real sobre el contexto comprometedor de las obligaciones de préstamos cuyos vencimientos recaen en los años venideros. Todo este cuadro deficitario y de despilfarro pone al país en una situación de "FMI-dependiente", pues, no se le ha devuelto ningún tramo del préstamo contingente o stand by, y, sobre todo, teniendo en cuenta que el FMI es un acreedor privilegiado respecto del resto de los acreedores privados de la deuda externa.

(*) Profesionales jachalleros.