Se ha caracterizado a la Educación 1.0, al modelo donde se transmite conocimiento a los alumnos encontrándose éstos en una condición pasiva en el aula. La Educación 2.0, se considera a aquella en que se utilizan metodologías de enseñanzas en donde existe interacción entre el docente y el alumno o entre los alumnos para construir conocimientos. La Educación 3.0, se ha caracterizado a la forma de enseñanza donde los alumnos, guiados por el profesor, en un proceso auto dirigido, se constituyen como verdaderos constructores del conocimiento en el aula. Y, la Educación 4.0, es aquella donde la tecnología es indispensable, siendo el protagonista principal de la clase, el alumno. Las características sobresalientes de esta modalidad son entre otras: el alto grado de interacción entre los alumnos con el docente; las instancias y oportunidades de construir conocimiento por parte de los alumnos, con la colaboración de la familia; la resolución de problemas de la cotidianeidad de la vida; la utilización del juego y las nuevas tecnologías relacionadas con la información y la comunicación (TICs), como herramientas esenciales, etc., (Fundación Mapfre, 2014).


Por lo que la Educación 4.0, se podría resumir como modalidad de enseñanza, la cual es flexible, según las necesidades e intereses de cada alumno; a propio ritmo, lo que significa que se debe respetar el tiempo de aprendizaje de cada estudiante; y basada en la analítica de datos, lo que supone un aprendizaje interactivo entre docentes y alumnos, utilizando a las nuevas tecnologías, como herramienta fundamental (Ranz, 2016).


Así como el alumno es el protagonista en la Educación 4.0, el docente, es el responsable en el aula de que estos alumnos puedan interactuar y compartir y sentirse motivados, para mejorar continuamente y avanzar en la construcción de ese conocimiento. La gestión y seguimiento de estos objetivos, labor directa del docente, tiene como el mayor desafío, la motivación del alumno, respetando las características e individualidades de cada uno, incluso, el acompañar a aquellos que puedan avanzar más allá por su propia iniciativa, de lo propuesto en el aula (Fernández Coca, 2012).


Por lo tanto, la Educación 4.0 debe estar basada en: diferentes medios de aprendizajes, nuevas estrategias de evaluación, producción de conocimiento por parte de los alumnos, aprendizaje personalizado, utilización de proyectos, intensidad en las experiencias de campo e interpretación de datos e información. Esto se vuelve inapelable, dadas las competencias que se requieren de ahora en más, para la fuerza laboral 4.0. Las que se pueden resumir en que el trabajador debe poder ser capaz de: resolver problemas complejos; tener un pensamiento crítico y poder de negociación, contar con capacidad de gestión, juicio y toma de decisiones acertadas; contar con una inteligencia emocional y flexibilidad cognitiva adecuada; propender a la creatividad y a la multitarea; como así también, desarrollar habilidades digitales (Instituto Politécnico Nacional, 2015).


Por lo que, el desarrollo de una Educación 4.0, dependerá en gran medida del docente y de su habilidad para generar un ambiente de aprendizaje significativo para los alumnos. Sin embargo, el romper con esquemas tradicionales en nuestro país, evita en parte el poder ser instalada. Por un lado, la incorporación de las TIC, no se ha entendido como una herramienta para generar aprendizaje significativo, y peor aún, son utilizadas para mantener una educación tradicional. En la educación 4.0, el docente debe esforzarse en que los alumnos puedan desenvolverse en escenarios diversos y relacionen los contenidos con situaciones reales, de manera de ayudar a formar finalmente, ciudadanos con competencias para que en el futuro inmediato, sean fieles colaboradores que mejoren la realidad ambiental y social (Hernández, 2017).