Sus calles tenían altas casonas construidas de adobes, con techo de cañas. En general todas disfrutaban de soleados patios, donde se aspiraba un agradable aroma a jazmín.


Antes del funesto 15 de enero de 1944, nuestra ciudad conservaba la impronta característica de la época colonial, exteriorizada en numerosos rasgos. "La ciudad estaba bonita cuando cayó" dice Horacio Videla en su "Retablo Sanjuanino". El trazado de sus calles era estrecho, con altas casonas construidas de adobes, con techo de cañas. Las paredes poseían bajas y anchas ventanas, con sólidas rejas. En general todas disfrutaban de soleados patios, donde se aspiraba un agradable aroma a jazmín. Así, por ejemplo, era la casa de Francisco Narciso Laprida. Igualmente existían varias residencias de dos y tres pisos. La plaza más significativa ya era la 25 de Mayo, considerada como una de las más bellas del país, este era el sitio obligado de paseos "domingueros", especialmente al concluir la misa de once y a la salida de aquellos primeros cines. Además de esta, se destacaba la plaza Laprida y Aberastain. Para aquella época se mejoraron otros paseos públicos, como el Parque de Mayo y la Avenida Libertador. Entre los edificios más característicos podemos citar la Casa España, el Club Social, el edificio del Bono, Hospital Rawson, la Clínica San Juan, el Gran Hotel, el City Hotel, Palacio Municipal o el Colegio Nacional, algunos de estos exponentes, como sabemos, resultaron ilesos del sismo. Culminamos nuestro registro edilicio con la antigua catedral del Arzobispado de Cuyo, construcción derrumbada totalmente. El antiguo templo poseía una valiosa tradición histórica, que incluye las etapas más importantes de la vida religiosa, social y política sanjuanina. Los jesuitas iniciaron esmeradamente su construcción. De admirable arquitectura, de la que sólo quedan fotos para contemplarla y deleitarse, se erigió mediante la contribución pública y la asidua energía de esta orden religiosa. Acerca de su descripción y ejecución, existen numerosos escritos realizados por excelentes historiadores, sobresaliendo la del padre Francisco Enrich. En cuanto a las obras de pavimentación, se iniciaron en 1936, y cambiaron marcadamente el aspecto de la ciudad, agregándose luego la tecnología, representada por la instalación de teléfonos automáticos en 1942, año en que se levantó la actual antena de Graffigna. También en ese año se amplió el perímetro de la ciudad, anexándose franjas de las localidades de Desamparados, Concepción, Trinidad y Santa Lucía. Ello se debió al aumento vegetativo de la población y a factores de índole urbanísticos.


Las actividades comerciales habían adquirido importante progreso, advirtiéndose en la cantidad de comercios que inauguraron. Para entonces el radio comercial lo constituía el centro de la urbe, cuyas calles Mitre, Rivadavia y Laprida desde Rawson hasta Rioja; y Tucumán, General Acha y Mendoza, desde Entre Ríos hasta Santa Fe; exhibían luminosos letreros y vidrieras. Más allá, en las zonas adyacentes, se podía advertir la actividad industrial, la cual se comprobaba con la presencia de grandes establecimientos vitivinícolas, secaderos de frutos y fábricas para elaborar aceite y cerveza.

Por el Prof. Edmundo Jorge Delgado