La ciudad de Dios es un gran libro de San Agustín. Es una presentación de la historia de la humanidad gobernada por la divina Providencia, pero actualmente dividida en dos amores. Y este es el designio fundamental, su interpretación de la historia, la lucha entre dos amores: el amor a sí mismo "hasta el desprecio de Dios" y el amor a Dios "hasta el desprecio de sí mismo" (De civitate Dei, XIV, 28). "Este es, tal vez, el mayor libro de san Agustín, de una importancia permanente" solía decir Joseph Ratzinger.


Para la época de pensador y pastor en Hipona, del Imperio romano y su grandeza iba quedando el recuerdo. El proceso de decadencia fue largo y tortuoso, pero el hecho que más impactó a los ciudadanos romanos, que llevaban ya varias generaciones asistiendo a este lento final, fue la invasión por parte de las tropas de Alarico el Godo a la ciudad de Roma, otrora centro inexpugnable del Imperio, en el agosto del 410. La "Ciudad Eterna", dejaba el mito de su ancianidad sin fin. La búsqueda de una explicación para estos acontecimientos llevó a muchos a buscar sus causas en el auge reciente de la religión cristiana. 

"La ciudad de Dios" es el tratado más largo que nos ha legado la antigüedad grecorromana. Se compone de 22 libros que pueden dividirse en dos partes generales, cada una de las cuales también tiene sus subdivisiones temáticas.

Los reproches se difundieron a lo largo de las ciudades del Imperio, en boca de los exiliados que huían de la invasión. Los desaires no tardaron en llegar a oídos de Agustín, quien se dispuso a responder con las herramientas argumentativas y retóricas de las que disponía en su momento. Fue así como nació "La ciudad de Dios", primera gran obra de pensamiento político del periodo medieval, y es justo destacar este mérito. Los filósofos contemporáneos deberían tener más en cuenta este hecho, con frecuencia poco conocido.


Reanudada en varias ocasiones, su redacción se lleva a cabo entre el 412 y el 426, y se presenta sobrecargada por las polémicas circunstanciales. Si no es una filosofía de la historia -de la historia San Agustín conocía poco-, sí es una metafísica de la sociedad, es decir, una determinación de lo permanente en lo mudable de las conductas humanas, de las fuerzas secretas que deciden el diverso comportamiento de individuos y naciones. Tampoco es una Teocracia. Lo que en las Confesiones hiciera para el individuo, reduciendo el drama de los afectos y de las inquietudes del hombre en particular al drama Dios-Hombre, lo hace San Agustín en "La Ciudad de Dios" acentuando los elementos propiamente teológicos y bíblicos.


Si bien la motivación de "La ciudad de Dios" es un hecho histórico concreto, el trágico saqueo de Roma del 410, el santo va mucho más allá, y se enfoca en la construcción de una teoría que abarca temas como la filosofía de la historia, la política y la teología. En la primera parte, dedicada a la respuesta a los romanos, hace una crítica de los orígenes y el desarrollo del Imperio, para atacar la idea de un pasado maravilloso, romántico, que habría sido destruido por el cristianismo. Roma tenía, según el análisis de Agustín, el germen de su destrucción en su misma constitución, y esto por seguir únicamente los preceptos que constituyen la "ciudad de los hombres".


Construir una nueva sociedad, donde todos nos sintamos "Hermanos todos" según el querer de Francisco, es un desafío que pasa por cada uno.

Por el Pbro. Dr. José Juan García
Vicerrector de la Universidad Católica de Cuyo