Se ha procurado en los últimos tiempos alinear la economía de mercado de nuestro Estado a la economía o capitalismo mundial, con la finalidad acertada de que mediante esa integración económica global se obtengan lógicamente mayores ventajas o rendimientos que redunden en beneficio de la población. Sin embargo está claro que tales expectativas no han logrado concretarse en los hechos. El sistema de economía de mercado -libre interacción entre oferta y demanda- tiene una naturaleza propia que está dada fundamentalmente por la espontaneidad de las decisiones de inversión, estas se toman en función del nivel de confianza o credibilidad de determinado sistema económico político, nunca pueden ser coercitivas, se las puede acaso sustituir mediante el recurso espurio de la emisión, o ejercer una regulación o intervención exhaustiva sobre los actores económicos, que si bien no provoca en general el éxodo de los mismos dado que como tales tienen que seguir actuando en el sistema económico en el que están, sin perjuicio de ello, se crean las condiciones para el continuo deterioro del sistema económico, reflejado entre otras cosas en: desmotivar toda futura o probable inversión generando en definitiva un desarrollo económico rudimentario de los recursos propios, pérdida de la capacidad de producir y competir en calidad, como consecuencia del cierre de la economía local. Basta con observar a nivel internacional los sistemas económicos de los distintos Estados, los más consolidados y prósperos y los más atrasados, para llegar a la conclusión de que alterar o controvertir la naturaleza del sistema de economía de mercado a la larga tiene siempre el mismo final. Ahora bien, volviendo al planteo inicial respecto de que aun tomando decisiones ortodoxas que respetan el sistema no se han obtenido los resultados esperados, no cabe otra conclusión -al menos a mi criterio- que la falta de eficacia o idoneidad en la aplicación del mentado sistema. En tal sentido se advierte que hay voluntad de la actual conducción nacional, se tienen ideas más o menos claras respecto de las variables que se deben articular, se cuenta con el apoyo o palmadas en la espalda de las grandes naciones, empero, no cabe dudas de que se requiere inexorablemente de una aplicación idónea del sistema económico, este es un sistema pragmático, no se declama, no es una cuestión teorética que responda a discursos pomposos. Se lo materializa diariamente mediante actos y decisiones concretas de cuya eficacia o ineficacia serán el tenor de los resultados. No puede haber aplicación idónea en pretender consolidar una de las bases del sistema, como es el equilibrio entre las erogaciones y los ingresos fiscales, y concomitantemente mantener costos políticos inoficiosos, inútiles y degradantes, fundados seguramente en el actuar corporativo. No poder quebrar esa metástasis es un claro signo de la incapacidad política imperante históricamente entre nosotros que nos coloca -según algunos- en el lugar que nos merecemos.



Por el Dr. Marcelo Abarca Gómez  

Abogado - Mat. 2.082