La cultura de la higiene debe constituirse en los pueblos civilizadores en una práctica compartida y continuada.

Si esa conciencia se formase día a día, con el ejemplo de padres a hijos, en el seno familiar; de docentes a alumnos, en el ámbito de la escuela, y de los transeúntes habituales de las calles sanjuaninas, la vida sería más saludable y mejor.

La Fiesta Nacional del Sol no sólo dejó buenos recuerdos sino una montaña de residuos que habla de una población no educada para saber vivir con urbanidad y normas de conservación saludable del hábitat. Esto no ocurre únicamente en los grandes festejos sino que ya se ha transformado en una habitualidad perniciosa en las acequias que circundan a los centros hospitalarios donde quienes concurren tiran descuidadamente vasitos para bebidas, botellas plásticas y todo aquello que la imaginación y las conductas erróneas les suscitan todo tipo de acciones que redundan en el taponamiento y la contaminación del agua.

Ese cuidado ambiental mínimo no es un gran requerimiento y nos posibilitaría que todos podamos vivir acorde a la existencia que merecemos, con una mejor calidad de vida basada fundamentalmente en la generación de mejores condiciones para la salud.

Es posible observar un clima de desidia, de inercia, de descuido respecto a los hábitos de higiene en plazas, paseos, calles, esquinas, confiterías y otros lugares en donde es habitual la masiva concurrencia de público. Se trata de sitios donde pululan insectos y bacterias ante el descuido de quienes están encargados de su limpieza.

No es este un llamamiento dramático es la realización más lúcida de una provincia que quiere ser ejemplo para sí misma y para el país todo.

Seguir algunas normas no nos impide transitar con agilidad por la ciudad y los departamentos para realizar con prontitud las labores propias que nos impone la vida.

Si desde pequeños asumimos esas conductas que parecen inconscientes pero que crean la más maravillosa de las alternativas para una convivencia ordenada nuestra vida se convierte en un caos.

Entender esto no es difícil, trasladar el micromundo del hogar a la calle tampoco debe serIo, siempre que en nuestra propia casa tengamos por regla general la limpieza, principio que debemos mantener en nuestro barrio y en todo aquel lugar que visitemos para vivir en plenitud y convivencia como personas sociabilizadas.