Un investigador español de la creatividad que en 1983 dictó un curso en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNSJ, el Dr. Alfonso López Quintás, manifestó al referirse a España y la legalización del aborto: "’Los defensores de tal postura, alzando el estandarte de una falsa libertad, escribían en las paredes frases como éstas: "’La mujer tiene derecho a disponer de su cuerpo.” Reflexionaba entonces el catedrático, a propósito del verbo "’disponer” Se dispone de bienes, de objetos, de propiedades. Pueden disponerse u ordenarse flores, cosas. Afirmar que la mujer puede "’disponer” de su cuerpo es equiparar su esencie humana a la categoría de los objetos. Sin embargo, esos mismos defensores del aborto manifestaban su abierta desaprobación ante los concursos de belleza que "’cosifican” a la mujer…

En aras del término libertad se cae, paradójicamente, en la más dramática de las esclavitudes: la dependencia, la masificación que evoluciona a partir de de la frase hecha, en lugar de entregarse al libre juego de la razón que por sus propios mecanismos, involucra a la ética.

A propósito del tema, monseñor Italo Di Stéfano redactó hace algún tiempo un documento titulado "’La Medicina y el Hombre”, en uno de cuyos puntos expresa: "’Un desubicado antagonismo entre fe y ciencia hizo que se llegara a decir que al principio hay tan sólo materia, una gelatina informe, una excrecencia, algunos elementos que preparan la vida, pero no ella como tal. Se desconoció que el Creador era y es capaz de hacer posible la vida en ciernes, en germen en una estructura y en una dimensión menor, para alcanzar luego la definitiva con la plena conciencia y el desarrollo normal…

La declinación de las reservas morales en el mundo ha hecho que el aborto se convierta, en la actualidad, en verdadera calamidad humana. En nuestro país se habla ya de poner el tema sobre el tapete y decidir si se legaliza o no el aborto. Este hecho causa sorpresa si consideramos inadmisible que cualquier ser que se precie de humano pueda consentir que se atente contra su propia especie, más asombro aún nos provoca que tal propuesta parta de una comunidad de larga tradición cristiana, donde no existe ni siquiera un problema de densidad demográfica que intente justificarla.