Uno de los aspectos de la "lengua en uso" es la oralidad que se pueda abordar como portadora de variedades lingüísticas. La oralidad se considera como un código mediante el cual se pone en relación dos formas de habilidad lingüística, de hablar y escuchar, para código oral, leer y escribir, para el código escrito. Hoy, recientes investigaciones interpretan que la palabra escrita y la oralidad dependen una de la otra, y en lugar de ser opuestos se consideran como diferentes formas de experiencias lingüísticas. Actualmente la red socio familiar, no valora este extinguido y fuerte camino lingüístico. En el lenguaje existe el interjuego entre lo conocido, lo que se inventa, de tal modo, que cada uno, es capaz de construir con un lenguaje creciente, integrador y coherente con la realidad y nuevas formas que permiten un lenguaje enriquecido. Este macro desarrollo comunicacional, hoy no contemplado en su verdadera dimensión, se ve invadido por un lenguaje de lo absurdo, degradante, chabacano y la reducción de vocablos y expresiones, que pierde la riqueza que posee nuestro idioma. Se corre el peligro de ignorar y desvalorizar el hecho de que el niño, al entrar a la etapa escolar, ya tiene estructurada su lengua base del entorno familiar a fin de afrontar las cuestiones cotidianas, y, sobre esa lengua hay que trabajar. El niño, desde que nace, todo el entorno es un texto. Cada día lo confronta a lo leído en la jornada anterior y sonoriza la vida (oralidad) La música como la palabra, sirve para estimular el uso sensible de sus facultadas físicas y sicológicas, tendientes todas, a permitirles una natural evolución en un momento conmovedor: aparición del lenguaje. Cuando llegan las relaciones con la escritura, el niño que ya ha leído su entorno, descubrirá que en la palabra se esconde la respuesta a sus inquietudes, en un marco determinado por un verdadero hábito lector. El docente no puede perder de vista que esta realidad, lleva a los niños a través de la escuela (memoria auditiva) hacia logros de asociaciones estimulantes y repeticiones entusiastas, las que constituyen aprendizajes sociales comunicacionales. La lengua materna, se constituye, indefectiblemente, en la base de lo conocido, que enriquecido y cuidado, determina las competencias lectoras y expresivas. El reconocimiento de las diferencias entre el lenguaje oral y escrito, es fundamental para la planificación didáctica, la organización de las clases, donde se trabaja la lengua oral, la producción, la comprensión de géneros y estructuras textuales. Además es transversal a todas las disciplinas. Si el enunciado de un problema no se comprende, no podrá resolverlo.


El conocido pedagogo, Gustavo Iaies, autor del libro "Volver a enseñar: padres y maestros ante un desafío urgente" (Paidós) expresa: "Hoy una buena escuela es la que garantiza las bases: que un alumno lea y entienda lo que lea, que conozca las operaciones matemáticas, que pueda pensar el mundo social y natural. Internet no puede enseñar a leer y escribir, eso sólo lo enseña el maestro y debe hacerlo en el tiempo convenido y a través de actividades y un acompañamiento sostenido". Si esto no fuera así, muchos ejemplos nos demuestran cómo los alumnos no saben comprender lo que leen ni tienen expresión fluida.

Por Yolanda Quiroga
Especialista en Educación.