La cultura del trabajo es una de las mayores riquezas que puede tener una sociedad que quiere prosperar.

Antes de desarrollar la siguiente nota, pregunto: ¿están de acuerdo en que la cultura del trabajo, es un bien en franca decadencia en nuestro país? Si es así, seguramente participará de la idea de que comenzar a revertir esta situación, es fundamental para retornar a las fuentes de desarrollo y prosperidad, que se conoció antaño. En el siglo XIX, esta ausencia de la "cultura del trabajo" tenía una denominación sin eufemismos. Se les llamaba "vagos y mal entretenidos". 

Una interesante inquietud de la Secretaría de Presidencia de la Nación, con motivo de celebrarse el Bicentenario de la Revolución de 1810, a cargo de un consejo editorial, encabezado por Felipe Pigna y otros historiadores de relevancia, reproduce artículos periodísticos de aquella época. En los contenidos correspondientes al año 1857, puede leerse: "Se aprobó la ley de vagos y mal entretenidos". 

Parte de esa columna, repito de 1857, decía, "Los vagos y mal entretenidos son una preocupación de los gobiernos desde antes de la declaración de la independencia. Actualmente, ante el crecimiento numérico de este grupo, se está comenzando a considerar en las diferentes legislaturas provinciales, la sanción de leyes que regulen su comportamiento". Agrega "se considera vagos y mal entretenidos a aquellas personas de uno y otro sexo que: a) no tienen renta, profesión, oficio u otro medio lícito con que vivir; b) teniendo oficio, profesión o industria, no trabajan habitualmente en ella y no se les conoce otros medios lícitos de adquirir su subsistencia; y c) con renta, pero insuficientes para subsistir, no se dedican a alguna ocupación lícita y concurren ordinariamente a casas de juegos, pulperías o parajes sospechosos".

Aparecen así dos tipos básicos de vagancia: "los desposeídos de bienes que no tienen una ocupación lícita, y los que, teniéndola, llevan una vida de malas costumbres". Luego señala que los gobiernos persiguen la mendacidad ilícita, es decir "aquellos que piden limosna siendo sanos y vigorosos". Distinguiendo "la mendicidad lícita de aquellos que se haya comprobado no tienen la capacidad de ejercer ningún trabajo". En paralelo a esta legislación, dice la nota que se efectuaban exigentes controles en los puertos, para evitar la entrada de inmigrantes sospechados de malvivientes. 

UN DECRETO EFICAZ

El gobierno de Martín Rodríguez, con Bernardino Rivadavia, promulgó el 18 de abril de 1822 un decreto sobre vagos y mal entretenidos que "en la práctica se constituyó en un eficaz instrumentos para aumentar las filas del ejército". En esos años de 1857, la idea de los gobiernos provinciales era "darles un apercibimiento e inducirlos a que en un plazo determinado de tiempo encuentren una ocupación útil a la que dedicarse".

Luego agrega la nota que "el trasfondo de estos controles es que el vago, el ocioso y el mal entretenido, son vistos como figuras que atentan contra el orden moral de la sociedad y ponen en peligro la paz y la unión del país.

En la campiña bonaerense están asociados a la figura del gaucho. Un caudal de leyes novedosas hizo de los gauchos una nueva fuerza capaz de servir en la milicia al mismo tiempo que sus tierras, generalmente de poca extensión y ubicadas entre grandes latifundios, iban pasando a otros dueños". 

Esos terrenos "son aprovechados por vagos y criminales famosos, que huyendo encuentran albergue, techo y alimento. La pregunta que se hacían era ¿para qué trabajar entonces?"

ENSEÑANZAS DEL MARTÍN FIERRO Y LA SANTA BIBLIA

En 1872 José Hernández dio a luz el Martín Fierro. En una de las sentencias más reproducidas está aquella que, siguiendo un precepto bíblico, dice, "debe trabajar el hombre para ganarse su pan, pues la miseria en su afán de perseguir de mil modos, llama a la puerta de todos y entra en la del haragán". Exacto.

Los datos de la realidad de hoy lo afirman: habría alrededor de 20 millones de planes, pero casi un 50% de pobreza. Conclusión: Lo que puede servir para salir de una coyuntura, si se convierte en una constante, lo echa todo a perder.

UNA GRAN GRIETA EN LA POBLACIÓN

No es mi propósito dar ideas con aquellas sanciones del siglo XIX. Eran otros tiempos, otro el contexto, pero deben advertir los gobernantes que se ha consolidado una gran grieta en la población, entre aquellos que trabajan y cumplen con las leyes impositivas y laborales, de donde se nutre el presupuesto nacional, y los que viven de esos recursos sin dar nada a cambio. Debe resolverse este problema cuanto antes, a riego de que se agrave esa distancia entre connacionales, y evitar el enfrentamiento, que sería de "pobres contra pobres".

No sería correcto pensar que esto se remedia de un día para otro. Simplificando, hay que crear las condiciones para que se inviertan capitales, que se traduzca en nuevas fuentes de trabajo, para lo cual deberán reformularse las leyes laborales y las impositivas.

Esto no significa que se vaya sobre los derechos de los más vulnerables. Más bien se trataría de respetarlos, pero ir sobre sus obligaciones como ciudadanos y, sobre todo, ir al rescate de su dignidad como personas, y como integrantes de una sociedad civilizada.

 

  • El desarrollo de antaño

Uno de los factores donde se afirmó el enorme desarrollo logrado por nuestra nación, en los últimos años del siglo XIX y principios del XX, fue la erradicación de la vagancia y la obligación de tener un trabajo para subsistir. En ese entonces se los apercibía, por un tiempo, o se los destinaba al ejército o se los enviaba a las fronteras. Pero se les negaba la posibilidad de pertenecer a una sociedad, sin cumplir con el contrato social que significa contribuir al ingreso nacional con su aporte, producto de su trabajo.

 

Por Orlando Navarro
Periodista