Llegó la hora de reflexionar en esta Navidad sobre la verdad, justicia, poder y tolerancia que en todo país democrático van de la mano de dos cosas: la verdad objetiva y la razón tolerante. Ya no hay otra arma que el diálogo, y darle legitimidad al otro.

Dado que hoy se desconfía de todo, la violencia naufraga, la economía amenaza, las disputas no ceden, intentaremos observar el mar de fondo actual. En estas aguas turbias el "Titanic'' de la humanidad avanza, mientras paradójicamente se escucha la palabra "pueblo'' y con voz potente la palabra "enemigos''.

En este contexto el barco en un mar incierto y con olas de barbarie, misteriosamente navega. Pero, las palabras agresivas junto a los hechos de violencia, drogas, nos colocan ante una duda única próximos a la Navidad. Los casos abundan en el mundo entero y recientemente en nuestro país la mamá de Tomás, el niño asesinado en Lincoln, pidió a gritos por justicia y seguridad, como tantos otros, para que "paguen lo hecho''.

Necesariamente la convivencia, justicia, poder y tolerancia en todo país democrático van de la mano de dos cosas: la verdad objetiva y la razón tolerante. La primera, nos debe llevar a respetar en la palabra, llamando a las cosas sin rodeos y como son. La realidad no se puede negar. Platón decía que las mentiras infectaban el alma de las sociedades. "Porque no hay lazo que nos una, salvo la confianza en nuestra palabra'', escribió Montaigne.

Pero, el problema de fondo actual está en que no confiamos, o lo que es peor aún, sólo utilizamos palabras para descalificar. ¿Solemos tener una actitud ambigua frente a la mentira, cuando aceptamos su necesidad, pero la rechazamos de fondo? Como que a veces hay justificativos para desviar la verdad. ¿No existen casos en donde la palabra es utilizada con fines personales, cayendo casi en la mentira para desviar y promover la armonía, o para proteger cuestiones intocables? Aquí, la actitud es valorada por la obtención de resultados. Pero, muchas veces este tipo de acciones como prácticas frecuentes, son las que nos colocan en una posición de impotencia, que aumenta el sinsabor y la violencia física o verbal. Si uno dice a otro algo que es falso y no sabe que lo es, no está mintiendo. Pero, a veces se comete un doble crimen cuando se oculta, desvía, camufla o se niega con persuasión pícara la realidad. En ello existe una "visión religiosa del mal'', que "conectada con el maniqueísmo divide toda acción entre buenos y malos''. Se puede aceptar la mentira piadosa, pero para dialogar y legitimar sin herir.

Y, la segunda es la razón o la lucha de ideas que nos llevan a la unión o desunión. Los conflictos que más atraen la atención en los noticieros son disputas de tipo político o de violencia. Pero, detrás de esta lucha está la cuestión del fin último o el puerto a llegar con la discusión de ideas, que se expresan en forma de ideologías. Porque son las ideas las que llevan a los pueblos a abrazarse al pesebre o a agarrar la espada.

El relativismo fue uno de los grandes enemigos de la razón. Y, defender ideas con uñas y dientes pueden engendrar más violencia, cuando se busca imponer una verdad y eliminar la diferencia. Hay quienes dicen que la sociedad está en crisis porque confiamos en la razón. ¿Y, si repasamos los datos de la historia, llegamos a la conclusión de que vivimos esclavos de un ideal utópico de sociedad racional, que fue impuesto por los pensadores del Iluminismo del siglo dieciocho? El resultado fue la esclavitud bajo un corporativismo burocrático sin límites, que nos hace navegar de crisis en crisis. Los filósofos iluministas tuvieron la intención de rescatar a la gente del poder del Rey o la Iglesia por la Ley racional. Pero, ello no dio los frutos esperados, por los límites mismos de la razón. Sobre todo porque alimentó el resurgir de elites técnicas. El mundo se convirtió en el feudo de los especialistas. Los poseedores del capital no manejan el capital, y los electores eligen como pueden. La televisión, publicidad y héroes maquillados vacían a la audiencia. A veces, conceptos de respeto, verdad y razón intolerante están en un mar de dudas. No importa tanto lo que se dice, sino el eliminar a otro.

Pero, éstos ya no son los tiempos de gritos, agresiones, ajustes, manos duras o blandas e ideologías setentistas de aquella hora de la espada intelectual de derecha o izquierda, cuando las democracias tambalean. Son los tiempos del diálogo tolerante. Las caretas ya no aguantan. Llegó la hora de la verdad, para construir desde estas fiestas, junto al pesebre de Belén, un "Titanic'' sólido de paz, respeto y justicia para todos.