Es común (y sin dudas también correcto) cuando pensamos en los poetas de nuestra lengua castellana, recordar a los grandes que trascendieron y que nuestras maestras o profesoras nos enseñaron a gustar allá en los lejanos tiempos de la niñez y juventud, como Espronceda, Bécquer, Machado, García Lorca, los Alvarez Quintero, Darío, Nervo, Neruda junto a Lugones, Carriego, Almafuerte, Fernández Moreno y Storni.

Con el paso de los años también aprendimos a gustar de otro tipo de poetas que alcanzaron una popularidad bastante mayor que los clásicos mencionados: los que escribieron las letras de muchos tangos cuyo contenido pleno de romanticismo no tiene que envidiar mucho que digamos a una gran mayoría de aquellas altas cumbres de nuestra literatura.

Cuando nos llega el recuerdo de poemas como:

"Después te irás borrando, perdida en los reflejos/ confusos que el olvido pondrá a mi alrededor,/ Tu imagen se hará pálida, tu amor estará lejos,/ y yo erraré por todas las playas del dolor…/ Pero hoy que tu recuerdo con encendidos bríos/ ocupa enteramente mi pobre corazón,/ Murmuro amargamente: Tus besos fueron míos…/ tus besos de consuelo, tus besos de perdón…”

Francisco García Jiménez (1926)

O quizás estos otros:

"En tus rutas que cruzan los mares florece una estela azul de cantares./ Y al conjuro de nuevos paisajes suena intensamente tu claro cordaje./ Con tu eterno sembrar de armonías tierras lejanas te vieron pasar./ Otras lunas siguieron tus huellas, tu solo destino es siempre volar.”

Alfredo LePera (1935)

Para continuar con:

"Brillando en las noches del puerto desierto, como un viejo faro la cantina está,/ llamando a las almas que no tienen puerto porque han olvidado las rutas del mar./ Como el mar, el humo de niebla la viste, y envuelto en la gama doliente del gris,/ parece una tela muy rara y muy triste/ que hubiera pintado Quinquela Martín …”

J. González Castillo (1926)

Y de este modo llegamos a quienes considero, modestamente, como los máximos poetas del tango, cuyos versos han sabido captar lo mejor de nuestra lengua y, al mismo tiempo, aprovechar el inmenso campo que ofrece tanta variedad de adjetivos y la riqueza insuperable de los giros que facilitan el lucimiento del poeta en el armado de las frases. No sé si alguien que ame nuestra lengua puede permanecer indiferente ante versos como estos:

"Como aquella princesa del libríto de cuentos/ apareciste un día deslumbrante de luz./ Yo era el tímido paje de una corte de ensueños/ cuyo Dios era el verso, cuyo sueño eras tu…”

José M. Contursi.

O bien con las metáforas de Hornero Manzi en los versos de "’Malena”, en mi modesta opinión jamás igualadas por poeta alguno:

"Tus ojos son oscuros como el olvido, tus labios apretados como el rencor./ Tus manos dos palomas que sienten frío, tus manos tienen sangre de bandoneón./ Tus tangos son criaturas abandonadas que cruzan sobre el barro del callejón/ cuando todas las puertas están cerradas y ladran los fantasmas de la canción.”

Para finalizar con un romanticismo que nada tiene que envidiar a Rubén Darío, Manuel Flores o Amado Nervo, en "Almita herida”, también de Homero Manzi con una interpretación de antología por el "Polaco” Goyeneche y la orquesta de R. Garello.

"Yo te amé un otoño ya lejano con el fuego azul de mi ilusión,/ y hoy traigo tu recuerdo de la mano,/ crepúsculo lontano, fantasma de mi corazón/ Ibas caminando hacia el misterio,/ yo salí a tu encuentro y te alcancé./ Triste, cruzabas por la vida y al ver tu almita herida/ te acompañé.”

Creo que estos pocos ejemplos son apenas una modesta muestra del nivel de nuestros poetas del tango, pero de lo que no tengo dudas es que no existe música popular en el mundo cuyos versos alcancen la profundidad y el sentimiento que exponen tantas letras de la música ciudadana argentina.