El problema más grave que actualmente vive nuestro País no es la llamada "grieta'', en referencia a dos posiciones antagónicas que lideran las fracciones políticas del oficialismo y la oposición, sino el distanciamiento de ambas en la forma de observar la conducción de un pueblo y la administración de la Nación. Los medios de educación informal, a través de los que nos llegan las noticias, y los citados enfoques tienen por resultado que el mismo ciudadano se divida. Pero el problema no está en la situación en que se vive sino en el hecho de que se pretendan instalar ideologías que distan de la verdad.


De ninguna manera se debe aceptar que la verdad esté subordinada a la ideología, pues, el verdadero poder reside en la verdad misma. Si alguien tiene duda al respecto, no lo ve o no lo entiende, entonces que vaya a la fuente documental, que se pruebe y no sólo justifique lo que afirma, pues la educación de un pueblo merece bastarse en principios y no sólo en valores de estandartes de opiniones o pensamientos ocasionales de intereses mezquinos particulares que realmente no son los del pueblo.

"...los hijos de este País y todos sus habitantes merecemos un aliento de la paz y tranquilidad, y no el de los augurios funestos...''


La democracia como sistema de gobierno procura cada cuatro años revitalizar un gobierno, entonces, no ampara ninguna razón en quienes, con absoluto y total falta de desatino y atropello a la persona, quieren situar en el colectivo humano el deseo de quitarle la vida a alguien como se suele escuchar, propinando una cantidad de insultos que tornan fronteriza la cuestión humana de la razón y el consenso.


¿Qué implica que la verdad esté subordinada a la ideología y qué significa para la convivencia cívica?, ¿Cuáles son sus resultados? es la respuesta que el necio no quiere escuchar por lo que la sociedad necesita hoy más que nunca el amparo de la Constitución Nacional y la fuente documentada de la Justicia. Si alguien duda de ello, que se dirija mediante un escrito, cuestione, fundamente y pruebe lo contrario pero no difunda y siembre el desconcierto ya que los hijos de este País y todos sus habitantes merecemos un aliento de la paz y tranquilidad, y no el de los augurios funestos, desesperantes y nefastos de quienes duermen tranquilos por la noche y por el día siembran la discordia. Argentina ha pasado por distintos estados y situaciones difíciles de soportar pero no hay duda al respecto de que también tiene hombres nobles provistos de prudencia, trabajo y esfuerzo.


Nadie tiene el patrimonio de la absoluta verdad, sin embargo si hay quienes quieren hacer de ella un valor propio incuestionable. Creemos que nuestras aulas y claustros académicos la procuran siempre, pero de ninguna manera el político o el ciudadano debe fanatizarse en imponer su verdad en efímeras discordias infundadas y maquinadas.


Como educador debo sostener, no sólo por convicción sino por observaciones directas y experiencias con la realidad, que una posición se sostiene pero no se trabaja para organizarla o cambiarla. Cuando un ciudadano persigue la verdad, trabaja y se empeña en introducir modificaciones a su sistema de vida para mejorarlo, pero no ataca al medio social y menos aún crea el desconcierto. No podemos afirmar taxativamente lo que otros afirman o guiarnos únicamente por lo que a cada uno nos pasa, debemos ver qué acuerdos o qué calma reina en la convivencia social. Evaluemos con la misma medida lo que vivimos y lo que viven los otros, sin proyectar falsas vivencias ostentando nosotros mismos situaciones de preferencia. Si alguien está mal, procuremos llegar a él y no echar culpas sin participar en política, es decir, sin participar de las cuestiones cívicas.