" ...hasta las mentiras más inocentes pueden tener consecuencias imprevistas y llevarnos a una pendiente resbaladiza...''


Bella Depaulo, profesora de Psicología de la Universidad de Virginia (EEUU) reunió a un grupo de 77 estudiantes y 70 residentes de la ciudad para realizar un estudio inusitado: los participantes anotarán el número de las mentiras que dijeran en una semana. Un estudiante y seis de los ciudadanos afirmaron no haber dicho ninguna. Los otros 140 confesaron 1.535. La mayoría de las mentiras eran piadosas: mostrar falsa comprensión ante el cónyuge o un amigo, o bien fingir coincidencia de opinión con un familiar. La profesora observó que entre las mujeres las mentiras generalmente se debían a no herir los sentimientos de las otras, los hombres, en cambio, por conveniencia propia.


¿Cuántas veces se han oído expresiones como "luego te llamo'', "en estos momentos no se encuentra'' o "está en una reunión''? Incluso profesionales que no se ajustan a la verdad respecto a sus clientes.


Todos o casi todos sabemos por qué decimos mentiras todos los días. Muchas veces elogiamos a las personas por su aspecto sin ser realmente sinceros. Se puede pensar que algunos encomios son inofensivos o bien intencionados necesarios para la vida social, pero hasta las mentiras más inocentes pueden tener consecuencias imprevistas y llevarnos a una pendiente resbaladiza.


En su libro "Lying: Moral Choice Public and Private Life'' (La mentira: alternativa moral en la vida pública y privada) escribió: "Las barreras mentales desaparecen y la capacidad de prever consecuencias se reducen''. El mentiroso llega a creer que las probabilidades de que lo descubran son mínimas. ¿Se desconfía cuando le dicen que la persona a quien llama no está en la provincia? En sí y en caso de que no sea la verdad, mentiras como éstas son poco relevantes, pero al volverse costumbre hasta las mentiras piadosas fomentan el cinismo y la incredulidad. La filósofa Sissela Bok agrega: "La comunidad entera lo resiente y cuando se destruye la confianza, las sociedades se tambalean y se vienen abajo''.


¿ Hay que evitar a toda costa decir mentiras? No forzosamente. Las que resultan menos condenables, implican sacrificar el principio de la confianza por el del beneficio ajeno, como decirle a los niños cuando se les cae un diente ponerlo debajo de la almohada porque el ratón Perez le dejará plata.


Las autoridades del Instituto Josephon nos sugieren meditar en esto: "Si alguien a quien uno le dice mentiras piadosas descubriera la verdad, ¿le daría gracias por no desengañarlo o pensaría que uno defraudó su confianza?


Si no estamos seguros de la respuesta pensemos en lo que dijo Mark Twain: "Cuando dudes, dí la verdad, confundirás a tus rivales y sorprenderás a tus amigos''.

Por Carlos R. Buscemi
Escritor.