El gran problema que se afronta actualmente, según pedagogos, docentes y la sociedad en su conjunto es que "los chicos de hoy... no leen". La lectura es el eje fundamental por la cual transitan todas las áreas del conocimiento, no es específica a ninguna pero sí común a todas. No hay ciencia por más dura o exacta que se nos presente que no necesite de la lectura para su desarrollo, su comprensión y resolución de problemas. Desde el nacimiento de la educación formal la lectura es parte de una actividad cotidiana en las escuelas que ha perdurado en el tiempo pero no logra los resultados deseados de los alumnos en la actualidad.


Lo cierto es que hoy en día, muchos jóvenes llegan a la universidad sin comprender lo que leen. Y entonces caemos en la remanida frase "todo tiempo pasado fue mejor" y le echamos la culpa a los cambios, a la tecnología, a la falta de tiempo, a la atención dispersa y a tantas cosas externas y ajenas a los educadores que al parecer son factores que condicionan su labor.


Durante 28 años de docencia pude comprobar y llegar a la conclusión que los niños y adolescentes leen y escriben mucho más de lo que nosotros leíamos y escribíamos en nuestra niñez. Las tecnologías, muy por el contrario de lo que piensa la mayoría, han acercado la lectura y escritura a las manos de los adolescentes, la lengua oral se ha enriquecido con esta multidimensionalidad que hoy en día la atraviesa. Los adolescentes son capaces de escribir cientos de mensajes en pocas horas, reír y llorar con ellos, imaginar que el otro entristece sólo por un texto plasmado en el celular, un meme o una serie de emoticones. Los adolescentes leen y escriben según sus necesidades como seguramente le pasó a Borges o Julio Cortázar, ese deseo de escribir con pasión. Los adolescentes leen y escriben mucho más que hace 20 años. Entonces nos preguntamos, ¿cuál es la razón por la que no son capaces de comprender textos?, ¿cuál es la razón por la que fracasan en este intento de superar las barreras comprensivas que ofrece la escuela? Todos los chicos definitivamente leen desde mi perspectiva, pero no leen lo que queremos que lean, escriben pero no lo que necesitan en la escuela. ¿Entonces lo que leen y escriben es basura? Me convenzo cada día que no es así, que si somos capaces de tomar eso que leen y escriben como una fortaleza y no una debilidad y lo transformamos en aprendizajes válidos, en capacidades que le permitan superar los obstáculos de la comprensión que exigen los diferentes niveles escolares, podríamos acercarnos a su mundo y cambiarlo. Pilar Pozner cita una frase de otro autor en una de sus tantas conferencias y manifiesta "tenemos escuelas del siglo XIX, docentes del siglo XX y alumnos del siglo XXI... ¿cómo hacemos para amigar esta triada?" y creo que esta frase resume el porqué de tantos vacíos, tantos malos entendidos, tantos actos fallidos en educación. Creo que no son nuestros jóvenes los que deben volver a una época que nunca vivieron, no son ellos los que tienen que cambiar sus patrones, nacieron en este mundo complejo, voraz, cambiante y atravesado por una tecnología que se renueva minuto a minuto, no son ellos los que deben entender cómo aprendimos nosotros y tratar de acomodarse a una cultura obsoleta que ya no existe. Somos nosotros los que debemos comenzar a aprender a desaprender. Desaprender nuestros patrones de enseñanza y acomodarnos a este siglo, así como aprendimos a manejar el Whatsapp a la fuerza, el face por interés y muchas veces Skype por necesidad.


Volver atrás es un error, sostener que lo que leen y escriben no sirve para ningún aprendizaje mucho más. No es lo que leen y escriben, es cómo hago para que eso que leen y escriben se transforme en riquezas que potencien sus conocimientos y le permitan transitar su educación sin tantos tropiezos.


Por Marcela Elisa Tejada
Docente.