Hay derecho de la persona a no vacunarse, pero los datos dicen que de hecho, corren más riesgos que los vacunados.


El aumento de covid-19 no da tregua. La enfermedad causada por el virus se torna endémica y se multiplican en diversos países. La variante Ómicron ingresa en la selecta lista de variantes de preocupación de la OMS. Su alta capacidad de contagio y expansión se debe a que una de las 26 mutaciones que posee en la proteína pico (spike), es decir, en la proteína que permite que el virus se 'enganche' a nuestro cuerpo, es particularmente capaz de asociarse a un nuevo huésped. 


Pero al mismo tiempo, los datos provenientes de Salud Pública nos hablan de que más del 75 % de enfermos de covid-19 y que ocupan camas en los hospitales, son de pacientes que no han querido vacunarse. Las preguntas saltan a primera vista: ¿por qué esto es así? ¿Acaso no tengo derecho a no vacunarme? Sí, hay derecho, pero éstos no son absolutos. Hay derecho de la persona a no vacunarse, pero los datos dicen que de hecho, corren más riesgos que los vacunados. Habrá que quedarse en casa. Y así no enfermar o enfermarse en mayor cantidad, sino que al ser posiblemente portadores del virus, se convierten -sin quererlo- en aliados de la enfermedad contagiosa.


Hay motivos que llevan a no preferir vacunarse, entre ellos porque no confían en la celeridad del proceso de confección de la misma, en la calidad de las vacunas, y hasta porque hay personal sanitario que desaconseja la vacunación. Hay quienes piensan que todo esto de las vacunas es un "gran negociado" de los laboratorios que venden un producto que no está suficientemente certificado en calidad. 


Medidas imprescindibles
La evidencia se acumula a favor de que la vacunación, con refuerzo incluido, el uso de barbijos, la sana distancia y la higiene del cuerpo son medidas imprescindibles para contener los contagios y las eventuales muertes. Sin embargo, los antivacunas se erigen en autodidactas iluminados, endogámicos y autorreferenciales. Desprecian los protocolos de investigación científica siempre abiertos a las objeciones, pruebas y contrapruebas, y privilegian comentarios un tanto domésticos y que toman distancia de las publicaciones científicas reales, con arbitraje doble ciego, y otras medidas de control y verificación. 


La Pontificia Academia para la Vida, uno de los cuerpos científicos más reconocidos del mundo, y la Comisión vaticana covid-19, han publicado, poco antes de Navidad, un nuevo llamado a una vacunación equitativa, y han denunciado el negacionismo ideológico que existe en algunos sectores que desconfían de la ciencia y apuestan por cierta mentalidad que riñe con la lógica. 


Cultura de la vida
Es deseable que todos nos informemos bien, pero que la solidaridad con otros a seres queridos podemos contagiar si no nos vacunamos, nos estimule a repensar actitudes individuales y ceda ante las razones de la ciencia y de la auténtica cultura de la vida. Esperamos que los creyentes, especialmente católicos, recuperen la conciencia de que la fe tiene en la ciencia a una aliada, no un rival, y que esta convicción es parte de la verdadera enseñanza de la Iglesia católica en este delicado momento. Nos salvamos en racimo.

Por Pbro. Dr. José Juan García 
Vicerrector Universidad Católica de Cuyo