Algunos ignoran el peligro con actitud temeraria y sólo las medidas preventivas crean conciencia. Hechos recientes demuestran que la vida pende de un hilo, quizás el más fino: El destino que a veces, se transforma en fatal.

Sin embargo, lejos de cualquier dogmatismo quienes desde pequeños aprenden a actuar con responsabilidad y a respetar la naturaleza, saben que la prevención es ineludible para salvaguardar nuestra existencia y de la de los otros. El azar en el diario vivir juega consecuencias imprevisibles por lo que se debe prever y, fundamentalmente educar, para la construcción de acciones saludables como un ejercicio que se necesita asimilar en forma cotidiana.

El hombre no puede vivir en el temor porque lo inhibe para realizar la más simple de las acciones, pero si le hace comprender a sus hijos que un remanso solitario o las compuertas de un dique son altamente peligrosas, y eso conlleva a desenlaces trágicos, si repite con asiduidad rotunda ese mensaje, seguramente logrará formar conciencia lo que implica protección no sólo del grupo familiar sino de sus amigos. Una actitud altruista es la más bella de las tareas que se imponen a sí mismos los individuos frente al riesgo pero un aprendizaje para la vida es el camino más seguro en medio de la incertidumbre.

Tantos hechos trágicos duelen porque alguien no logró sembrar en su entorno familiar una semilla de inteligencia para poder actuar libremente con alegría, lejos de aquello que compromete la seguridad de unos pocos y se extiende luego a todos en un proceso oneroso e irreparable.

El conocimiento de algunas reglas básicas lleva a la concientización, la responsabilidad y el cambio saludable de hábitos.